jueves, 27 de diciembre de 2012


El 20 de febrero de 2009 se develó en el distrito de Barranco un monumento a la memoria de uno de los historiadores más conservadores que dio nuestro país, José Antonio del Busto Duturburu (Lima, 1932-2006). Este monumento fue gestionado por un grupo de amigos del difunto con apoyo de la Municipalidad de Barranco.
La ceremonia fue atendida por el alcalde barranquino, Antonio Mezarina Tong; el doctor Antonio Mabres, prorrector de la Universidad de Piura y el doctor Salomón Lerner.
Lo conocí en la Universidad Católica. Fue mi profesor en la especialidad de Historia. Cuando fui su alumno quedé asombrado con su insistencia en la trascendencia histórica de Pizarro y la captura del inca Atahualpa en la plaza de Cajamarca. Consideraba al conquistador como el fundador de la patria. La retirada del monumento a Francisco Pizarro, de la plaza de armas de la capital fastidió a del Busto, que había dedicado su vida a Pizarro. Cuestionó la decisión municipal diciendo: "Podrán sacarlo de ahí, pero de la historia jamás",
Del Busto destacó la importancia de Pizarro para reclamar territorio a favor de Perú, que podrían haber pasado a dominio de Chile y Bolivia, en las negociaciones ante la Corona española que antecedieron y sucedieron a la fundación de Lima en 1535.
La Dra. Pepi Patrón recuerda:
"Una acalorada discusión en una de las aulas grandes de Estudios Generales Letras de la Universidad Católica, con la presencia de un docente, pelo y barba blancos, autoridad en ese entonces. En un momento, participa un joven estudiante, representante gremial si no recuerdo mal. El profesor, que caminaba con las manos atrás, cerca de la gran pizarra, voltea y le dice: ¿Cuál es su merced? El muchacho se lo queda mirando y él le vuelve a preguntar: ¿Su merced? Silencio y pregunta: ¿Mi qué …? Yo no tengo eso. El profesor le responde muy serio: Su nombre, señor, todos tenemos un nombre. ¿No sabe usted que así se pregunta el nombre en buen castellano?"
El profesor era del Busto. Bajo su exterior serio era sarcástico, provocador y pedante. Para muchas promociones de estudiantes, era un hombre que hablaba a veces de manera rara, se parecía cada día más físicamente a Pizarro y enseñaba detalles insólitos que no tenían ninguna importancia.
Fue autor de 60 libros, algunos de los cuales nos han obligado a leer en el colegio y la universidad. Se presentaba como experto en Pizarro y los conquistadores, a quienes les compuso un diccionario biográfico. Minucioso hasta el aburrimiento y soñador hasta la histeria.
Disfrutaba enseñando, gozaba de tener el control sobre sus alumnos. Tenía ideas muy firmes y convicciones no negociables, pero no era tan necio para creer que otros no pensaban diferente o tenían opiniones distintas de las suyas.
La Universidad Católica, en la que estudió y luego enseñó toda su vida, es una comunidad democrática. Los cargos académicos más importantes son ocupados por elección. Del Busto fue autoridad varias veces y  tenía una noción muy clara y contundente de cómo ejercerla. Me imagino que de haber incursionado en la política habría sido otro Alberto Fujimori, aunque sin su origen popular.
Esta imagen, la del monumento a del Busto, contrasta con el abandono de la tumba de Alberto Flores Galindo, tal como lo describe Víctor Arrambide:
"Luego de dar una vuelta (en el cementerio de Surquillo) pregunté a los vigilantes si conocían su tumba, pero nadie lo sabía, así que decidí dar una última vuelta, con el propósito de regresar otro día que tenga más tiempo. Entrando hacia la mano izquierda, frente al pabellón que colinda con el colegio nacional que antes funcionaba en la esquina de Marsano y Angamos, había una tumba, sucia, desatendida, destruida en parte, y como depósito de basura, se ve a duras penas dos nombres: Alberto Flores Galindo Segura / 1949-1990, y el de su padre, Carlos A. Flores Galindo."
¿Por qué nadie se interesó en el estado de su tumba? Flores Galindo también fue profesor en Universidad Católica, pero nunca llegó a tener la influencia que Del Busto. Uno puede pensar que las autoridades de la Universidad no quieren recordar el experimento social en el que Flores Galindo tomó parte
La muerte de Flores Galindo coincidió en el fin del socialismo real en Europa y la crisis de los partidos de izquierda en Perú. El discurso político que triunfó fue el neoliberal, que no tenía ningún interés en cuestionar la distribución asimétrica de la riqueza (al contrario, promovía esa distribución) y lo que necesitaba era un relato que sostuviera y apoyara al Estado, un relato conservador y nacionalista. Por ello fue exaltado del Busto, que justificaba el orden existente.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Sobre Pizarro y su muerte


El asesinato de Pizarro fue descrito por varios cronistas: Agustín de Zárate, Garcilaso, Francisco López de Gómara, Pedro Pizarro y Pedro de Cieza de León. Sin embargo, fue Cieza quien brindó la versión más extensa y detallada del mismo.
Es a partir del relato de Cieza que José Antonio del Busto elaboró su propia narración de la muerte de Pizarro, presentándola como el desenlace de la epopeya de la Conquista y el origen las guerras civiles subsecuentes, como una muerte heroica. Del Busto tenía en mente fundamentar la ideología nacional peruana a partir de la gesta gloriosa de Pizarro. Para ello ya había cumplido con novelar la vida del conquistador en varias biografías.
La muerte heroica es tópico literario inagurado por Homero y Virgilio, apreciado en la literatura de la Antigüedad y continuado en épica medieval. Cieza, criado en la tradición de los cantares de gesta y crecido en los ideales del Renacimiento, recurre a él para exaltar al héroe y glorificar su muerte. Sin embargo, no pensaba en convertir a Pizarro en el fundador de una nación, menos aún de una nación que no era la suya. Para Cieza Pizarro fue un valeroso castellano y no pudo haber sido otra cosa. Del Busto retomó la narración de Cieza pero con otros motivos. Sus motivos pudieron ser lícitos, pero el los pervitió al ocultarlos. Quizo convertir a Pizarro en el actor principal de una tragedia pero se negó a confesar el caracter literario de su descripción. Desarrolló vívidamente el asesinato empleando recursos retóricos para convencernos que Francisco Pizarro era nuestro héroe fundador.
José Carlos Mariátegui ya había descrito el error de Del Busto años antes de su nacimiento, la obstinada inclinación a explicarse la historia peruana novelescamente, la debilidad por buscar héroes forjadores y animadores de una realidad de la cual han sido opacos instrumentos. No se tenía ningun interés en investigar los fundamentos de los eventos, sino que toda la atención se le entregaba a las dramatis personae. ¿Qué llevó a del Busto a esta actitud?
Del Busto había mantenido siempre una actitud conservadora, reaccionaria, opuesta a cualquier revisión del relato elaborado por Riva Agüero, Belaúnde y Porras Barnechea. En el recuerdo de Pepi Patrón, él se parecía cada año más y más a Pizarro. ¿Por qué esta identificación, esta mimetización con el conquistador? Del Busto se sintió ofendido el día en que la estatua ecuestre de Pizarro fue retirada de la esquina de la plaza de armas. Acaso, parecerse cada vez más al conquistador lo hacía parecerse menos y menos a los conquistados. Del Busto proclamaba que era un mestizo pero adoptaba, concientemente o no, más rasgos españoles. Del Busto desaparece, se vuelve nada, para que resurja Pizarro.
Del Busto era predecible, tenía que mantener la ilusión de Pizarro como héroe fundador del país. Para ello tenía que eliminar todo lo turbio y vergonzoso de su vida. Del Busto quería vivir la impostura de Pizarro porque él mismo era un impostor. Me imagino que el hubiera querido un Pizarro joven y atrevido, con gesto épicos, como lo fue Hernán Cortez.
Ahora ¿cómo ajustar las cuentas con alguien que ya está muerto? Porque Del Busto murió el 2006 y fue a su tumba llevándose su engaño. Yo lo conocí y lo escuche siendo alumno suyo hacia 1990. Del Busto hacía dictaba su curso de la manera más tradicional. Se paraba delante nuestro, investido de autoridad y afamado como el biógrafo definitivo de Pizarro, a quien había dedicado más de una docena de libros, y nosotros, simples alumnos, neofitos, novatos, ignorantes del tema, tan solo podíamos sentarnos al frente y escuchar. El conocía el tema y ninguno de los alumnos estaba en situación de discutir sus afirmaciones. Pero ya entonces yo sospechaba que nos engañaba, que ocultaba algo, pero tenía forma de probarlo. Sabía que me mentía y no tenía medios para desbaratar su mentira.
Hoy si lo puedo hacer, puedo descubrir su impostura. Sin embargo me doy cuenta que Del Busto no era un extremista, sino un moderado, que había dejado a un lado las exageraciones y disparates de Riva Agüero y Porras, buscando hacer la narración conservadora de la conquista más aceptable para la mayoría de los peruanos.
Pero volviendo a Pizarro, ¿cuándo nació? Del Busto afirma que en 1478, incluso establece unas posibles fechas entre marzo y abril. Deduce la fecha del nacimiento de Pizarro de la afirmación de Cieza según quien el conquistador murió a los 63 años y dos meses. Esta fecha es aceptada por consenso entre hispanohablantes, pero entre angloparlantes la fecha mencionada como probable es la que da William Prescott, 1471.
La diferencia de años es importante para iluminar el origen de Pizarro. ¿Fue Gonzalo Pizarro el largo el padre de Francisco Pizarro? Del Busto afirma que Francisco Pizarro nació en 1478, hijo de Gonzalo, nacido en 1455. Gonzalo debió tener 23 años cuando engendró a Francisco. Francisco debió tener 17 años cuando se enroló en la hueste del Gran Capitán para la campaña italiana de 1495. Pero esto es lo que no se entiende plenamente. Francisco afirmaba haber servido como soldado en Italia, del Busto asegura que esto fue durante la primera campaña del Gran Capitán, ¿pero cómo habría podido enrolarse como soldado? Cuando un capitán convocaba una jornada, a sones de trompeta y a tambor batiente, pedía a los concurrentes su hoja de servicios, su conducta, que ellos guardaban en un tarro de latón lacrado, para tener constancia de su comportamiento en anteriores jornadas. Por principio no se recibía a los menores de 20 años, aunque esta norma no era respetada. Un español famoso, Miguel de Cervantes, se enlistó a los 21. El postulante a sentar plaza de soldado debía demostrar experiencia, debía traer su conducta de jornadas anteriores. Un muchacho que se presentaba al llamado no era registrado como soldado, sino como paje de armas o mochilero, un aprendiz que debía ser entrenado. Si Francisco Pizarro fue soldado en Italia debió tener más de 20 años en 1495. ¿Qué ocurre si la fecha de su nacimiento en la mencionada por Prescott? Si nació en 1471 tenía 24 años al comenzar la campaña italiana, pero entonces el supuesto padre, Gonzalo el Largo, lo debió haber engrendrado a los 16 años. ¿Era su padre? Ya se propuesto antes que el verdadero padre del conquistador fue su abuelo Hernando Pizarro. Gonzalo Pizarro nombró a todos sus hijos en su testamento y reconoció a sus hijo extramaritales Gonzalo y Juan, pero nunca mencionó a Francisco. Cuando Francisco Pizarro y los hijos de Gonzalo el Largo se conocieron en Trujillo, más que hermanos parecían tío y sobrinos: al mayor, Hernando, le llevaba 25 años y al menor, Juan, casi 40.
Del Busto presentó una biografía de Pizarro clara y sin contradicciones porque quería establecer el origen del Perú como una narración clara y sin contradicciones. No podía dejar a us personajes en la incertidumbre, sin saber cuando nacieron o cuales eran sus relaciones parentales. Reclamaba como definitiva la narración que la República oligárquica había hecho de la historia de este país y exigía e sometimiento de todos los que se llamaban peruanos a ese relato, pero mostraba más respeto por los hombres andinos. En "El árbol del porquerizo" trató de demostrar el origen distinguido y extraordinario del conquistador, emparentándolo con Ciro el Grande, Alejandro Magno y el rey Arturo. Deliberadamente ignoraba que muchas de las genealogías que citaba eran fantásticas y habían sido escritas como elogios y justificaciones de la posicion privilegiada.
Pizarro era el héroe de Del Busto, pero Atahualpa era descrito en su majestad de soberano. A diferencia de Riva Agüero y de Porras, ya no hablaba de la absoluta bendición que fue la llegada del cristianismo a los Andes. A pesar de ello, la Verdad, en mayúsculas, él ya la había proclamado. El Perú era el resultado de la gesta de titanes: los conquistadores, los próceres de la Independencia, los héroes de la guerra del Pacífico. El Perú no era obra de la gente común ni podía ser cambiado por ella. Nuestros actuales líderes debían alcanzar la talla de los gigantes que habían forjado esta nación.
Pero ya es el momento de abandonar el sueño de la nación, como hemos abandonado el sueño de la razón. Dejar de buscar la peruanidad, el alma del Perú, y empezar a conocer los rostros de los peruanos.
Del Busto, incluso desde el punto de vista positivista, había convertido a la historia en una pseudociencia. El afirmaba que la ciencia era la busqueda de la verdad, pero al mismo tiempo aseguraba que él ya había encontrado la verdad. Fundamentaban su versión de la historia en supuestos extrahistóricos. En consecuencia ya no había nada más que buscar y la investigación histórica había terminado, todo texto histórico escrito después de él sólo podía estar de acuerdo con él y ser cierto, o estar en desacuerdo y ser un engaño. Al llevar el debate a esta situación Del Busto había degradado su propio trabajo a pseudociencia. Más le habría valido y más nos habría servido que declarara sus libros novelas y hubiera aceptado que lo suyo era la literatura.
Para Del Busto siempre eran los héroes. La misma circunstancia de que él rescatara la biografía, la biografía de Pizarro que escribió tantas veces, como modelo de relato histórico nos deja en claro que Del Busto no quería abandonar el relato que ya se había hecho de nuestro país. Cuando él decidió escribir biografías, de Pizarro y de hueste perulera, la biografía como género historiográfico ya había perdido vigencia.
El momento culminante de la muerte de Pizarro queda definido por la actitud del conquistador. Pizarro se prepara de forma digna y tranquila para defender su vida y su honor, dirigiéndose a su espada con serenidad.
Del Busto siguió a Cieza en su descripción de los últimos momentos del conquistador, pero no se detuvo a considerar el carácter épico de su descripción. Aunque la calma de Pizarro al enfrentar su muerte resulta históricamente verosímil, el objetivo de Cieza es literario: explica como una vida de trabajos y penurias lo había preparado para situaciones desesperadas. La experiencia de la Conquista le había enseñado a reaccionar con tranquilidad. La relación con la espada resulta más propia de un hombre letrado como el autor que de Pizarro, quien tenía un conocer marginal de la tradición literaria de este soliloquio. Es por ello que esta anécdota solamente se encuentra en la crónica de Cieza de León. Cieza la incluyó en su narración en el fin de dramatizar los sucesos y exaltar a su héroe. La concepción de la historia en Cieza es ejemplar y pedagógica. La actitud del conquistador y su relación con su espada aparece en otras historias heroicas. Beowulf admira a la espada Hrunting. En la Chanson de Roland, Roland se despide de su espada Durendal. En el Cantar de Mío Cid, el Campeador esgrime orgulloso sus espadas Colada y Tizona ganadas con honra en sus batallas.
Además Pizarro muestra una actitud ceremoniosa y caballeresca al vestirse y armarse antes de morir.
La recreación de la muerte de Pizarro que hace Cieza es imaginativa y no se ciñe a la definición histórica que tanto predicaba Del Busto. El cronista no fue testigo de los hechos. De hecho no quedaron testigos, ya que los todos los compañeros de Pizarro de aquel día murieron: su hermano Francisco Martín de Alcántara, Francisco de Chávez y sus dos pajes. Esta parquedad de los datos otorga a Cieza la ocasión de ilustrar su concepción heroica de la historia a través de la murte de Pizarro y la relaciona con la tradición literaria del elogio de grandes hombres del pasado.
El cronista tiene presente la literatura clásica y retoma las hazañas de Alejandro de Macedonia, Aníbal, y Julio César para desarrollar el ideal del héroe militar. Sobre este trasfondo clásico, Cieza de León reconstruye la trayectoria de Francisco Pizarro como una vida heroica. En la Crónica del Perú nuestro cronista califica al conquistador del Perú: en la Tercera Parte, como "valiente", "esforzado", "buen capitán", "perseverante"; en Salinas, "ambicioso", "inclinado a las leyes"; en Chupas, "temerario" y "valiente".
La muerte del conquistador es la culminación de una vida heroica y su narración es elegiaca.