martes, 29 de julio de 2014

Peruanidad

En 1943 Víctor Andrés Belaunde publicó Peruanidad; en 1957 publicó una edición revisada y aumentada. En esta obra inquirió por los elementos constitutivos del Perú y definió la peruanidad como la esencia de los peruanos, una síntesis de sus herencias indígena e hispánica. Belaunde continuaba una temática que ya había tratado en Meditaciones peruanas y La realidad nacional.
Aurelio Miro Quesada Sosa describió la obra de la siguiente manera:
Con esta valiosa obra, Belaunde confirma y acentúa su preocupación por los problemas fundamentales del país, la meditación esforzada y fecunda a que ha dedicado con ahínco los mejores años de su vida y en que ha logrado —con una compensación muy merecida— los frutos más preciados de su labor intelectual… Obra de análisis y de síntesis, con objetivismo de sociólogo pero también con evidente emoción personal, en ella se reúnen la sagacidad y la observación, el experto manejo de las ideas generales y, sobre todo, el intenso fervor que es la nota más grata y más eficaz de Belaunde.


La Peruanidad según Belaúnde es el sentimiento de identidad que vincula a los habitantes del Perú, basado en el afecto hacia sus tradiciones y la fe en su destino. Aunque afirmaba que el país era una continuidad histórica, que se extendía desde las sociedades prehispánicas hasta el presente, creía que solo se podía hablar del Perú como nación a partir de la Conquista. Todas las épocas que se habían sucedidos eran necesarias para configurar la realidad actual, pero solo a partir de la gesta española podía hablarse de constitución de la nacionalidad. Interpretó la Conquista como un evento espiritual, al estilo de los relatos franciscanos del siglo XVI, que veían la invasión española como un instrumento divino al servicio de la evangelización. Para él la Conquista fue una epopeya de aproximación y fusión de españoles e indígenas, que produjo una transformación del territorio peruano: biológica (el mestizaje), económica, estructural (política), cultural (lengua española y la cultura latina) y religiosa. Las ciudades fundadas por los españoles tuvieron un papel protagónico en la fusión y mestizaje de españoles e indígenas.Desde su punto de vista la Conquista española no constituyó una fractura en el desarrollo de las sociedades americanas, sino su superación. Los españoles encontraron a los hombres americanos, los indios, y se fusionaron con ellos para crear una nueva nación. El denominaba indios a los hombres americanos anteriores a la conquista. Nunca consideró que el indio como identidad étnica fuera una estrategia colonial para clasificar a la población autóctona, reducir sus diversidad cultural y someterla a un sistema de dependencia. Al igual que otros autores conservadores estaba convencido de que existía una esencia de la indiada.
Pero Belaúnde no quería hacer un relato de la dominación. Por ello puso como fundamento de su identidad nacional a la religión católica, apoyándose en el humanismo cristiano. Como pensador católico propuso una lectura teleológica de la historia y la fundamentó en su propio esquema religioso.
El Perú es un ente y la peruanidad es su esencia. El Perú estaba determinado por la geografía, la historia y los hombres que lo habitaban, mientras que la peruanidad era el vínculo espiritual que los unía, que les confería un alma colectiva y una vocación histórica. La Peruanidad tenía un comienzo y vivía en espera de su conclusión. El destino del Perú es continuar realizando el orden que había surgido con el encuentro de andinos y españoles. Nuestra historia estaba prevista y predestinada, a imagen de la historia de la salvación. Todo lo que se oponía al orden establecido era condenable por ser contrario a la vocación predestinada. Los valores espirituales eran la garantía de este orden, que reducía a los habitantes del país a estereotipos. Los indios debían vivir en un medio litúrgico. Los mestizos debían se orientados moralmente mediante una intensa disciplina ético religiosa. Los descendientes hispánicos debían desarrollar su potencial moral cumpliendo una misión cristiana, evangelizadora y civilizadora. 
Para Belaúnde el Perú no era un proyecto, sino una realidad cumplida (por eso el título "La Realidad Nacional"). La sintesis entre Occidente y el mundo andino había ocurrido tanto en la cultura, en la vida cotidiana y en la religiosidad. Belaunde dejó de lado el carácter estamental de la sociedad colonial y la organización de dos repúblicas bajo un mismo rey, una república de españoles y otra república de indios, para proclamar la igualdad de los hombres ante dios. No mencionó que la administración española lamentó que la sociedad colonial no permaneciera dual, sino que produjera grupos intermedios o marginales, una franja incierta dentro de la población: los mestizos, los criollos, los esclavos africanos y las muchas castas que nacieron de su mezcla. En su esquema repitió el patrón estamental de la sociedad colonial y aseguró que la República fundada con la Independencia no había hecho nada por cambiar el esquema estamental colonial. Ignoró la erosión que había ocurrído en el sistema de castas durante la misma Colonia y afirmó que la Independencia, si bien había producido un nuevo Estado, había desencadenado un proceso de desintegración y descreimiento que tocó fondo durante la guerra con Chile.
El país estaba enfermo y la causa era la crisis ética y espiritual. Para curar al país había que curar su espíritu. La Peruanidad era el alma del Perú. Tenía un sentido profundamente espiritual, necesario para que los peruanos descubrieran su vocación y su destino. Considera que no merece el nombre de nación el pueblo que no tiene conciencia del papel que le toca desempeñar en el mundo. Nos queda del mundo andino prehispánico el “legado del Imperio”, constituido por los siguientes elementos: la unidad política incaica, su misión civilizadora, su orientación hacia la justicia social, el concepto imperial del decoro y la demostración de la eficacia de una clase dirigente selecta.
El Perú actual había crecido aprovechando la expansión realizada por los incas a partir de Cusco. El virreinato del Perú se construyó sobre el territorio del imperio inca. La República heredó el dominio virreinal, de manera que el territorio peruano no fue obra de la República.
El alma del Perú tampoco se formó durante la República. Era este espíritu el que había modelado los elementos que integraron el cuerpo de la nación peruana. La nacionalidad desde su punto de vista se configuraba a partir de caracteres étnicos, raciales, culturales, religiosos, que heredamos del pasado y sobre los cuales no teníamos ningún poder de decisión. La participación en la Nación reclamaba la aceptación, la resignación, el conformismo respecto a lo que habían hecho con nosotros.
Desde el punto de vista de Belaúnde, el espíritu nacional peruano era una realidad tangible e irrefutable. El, pese a ser católico,  creía en espíritus y veía fantasmas por todo el país: el indio, el blanco, la peruanidad, el cristianismo. No se había enterado que eran alucinaciones.
José Antonio del Busto repetiría la imagen fantasmagórica de la síntesis armoniosa de españoles e indios. Definió al Perú como una realidad histórica de tres dimensiones distintas: el Perú como patria, el Perú como nación y el Perú como Estado. La patria nació en el tiempo antiguo, porque para él ya el Tahuantinsuyo era el Perú. Siguiendo a Belaúnde, del Busto afirmó que el Perú surgió como nación durante el virreinato y se consolidó con la Independencia como una Estado uninacional, pluricultural, multilingüe y mestizo. 

Belaúnde concibió su obra en una etapa que el consideraba como crítica (La crisis presente: 1914-1939). El abominaba del indigenismo militante y radical tanto como del indigenismo teatral del Oncenio, la retórica populista de Leguía. Los intelectuales oligárquicos del cambio de siglo proclamaban que el país era principalmente era hispánico y querían reforzar el mestizaje como alternativa al indigenismo, dando primacía a la herencia occidental y recogiendo lo poco que les resultara útil de los orígenes andinos, africanos y orientales del país. Para lograr el mestizaje que anhelaban promovieron la migración europea. La República aristocrática se embarcó en el proyecto de regenerar al país sobre fundamentos racistas: menosprecio y marginación de todos aquellos que no concordaran con su ideal, el español americano. El dominio social aristocrático se basaba en la existencia de razas y la relación jerárquica entre ellas.
Belaunde tomó parte en el movimiento de reinvindicación de la herencia española junto a José de la Riva Agüero, José Gálvez Barrenechea, Ventura García Calderón, Angélica Palma y Horacio Urteaga. Ellos de dedicaron a reconstruir la historia peruana a partir de una percepción positiva del periodo colonial y de refutación de los ideales liberales de la Independencia. 

La República se había desarrollado durante el siglo XIX en un clima antihispanista, pero el caos desencadenado por la derrota ante Chile hizo posible la consolidación de un movimiento que defendía la herencia española como un solución a la crisis nacional. Estos intelectuales deseaban reforzar los vínculos con la "Madre Patria" y algunos llegaban a definirse como españoles en América. Fue el caso de Emilio Gutiérrez Quintanilla, que se ufanaba de pertenecer completamente a la raza española. Horacio Urteaga afirmaba que la Conquista no fue un aniquilamiento de la raza india, sino la absorción por la raza vencedora, la española, de los elementos aprovechables de la raza vencida, la india. 

José Gálvez pensaba que las tradiciones hispanas persistían intactas en el valle del Mantaro:

España vive en todas esas costumbres, en la fastuosidad de las fiestas religiosas, en el ingenio de los copleros anónimos... La perduración española me asombra porque va más allá de la ciudad, señorea en los caseríos y en las haciendas y se revela en el indio mismo que ha perdido casi por entero su tradición autóctona y en cambio conserva los formulismo que les enseñaron los dominadores. Bastaría este datos, que cualquier observador superficial puede captar, para desmentir la teoría que sostienen algunos que al indio no lo influyó la colonia. Tal vez lo influyó demasiado. Lo que no ha ejercido sobre él acción alguna es la República.  

Belaunde y los intelectuales hispanistas se dedicaron a difundir su elogio de España, el mito de la arcadia colonial a través de la docencia universitaria, de instituciones creadas a imagen de modelos peninsulares (la Academia Nacional de la Historia, la Academia Peruana de la Lengua) y de la prensa. El discurso de Belaunde sobre la Conquista fue la apología de la síntesis armónica entre españoles e indios. Sin embargo, los futuristas no estaban interesados tanto en los habitantes mestizos del país como en derrotar al indigenismo y a todos los que no profesaban hispanofilia.
¡Qué lejos queda Víctor Andrés Belaunde de Hildebrando Pérez Huarancca! El más simpático de aquellos futuristas, Felipe Sassone, descansa en un significativo olvido.