Sebastián
Lorente (1813-1884) estudió en el Seminario de Murcia, optando grado de
bachiller en Teología en 1828. Estudió medicina en la Universidad de Valencia, recibiéndose
en 1834. Al año siguiente se trasladó a Madrid, donde obtuvo la cátedra de Filosofía
en el Colegio Real de San Isidro. Sus convicciones liberales lo expusieron a la
reacción absolutista, por lo que aceptó la invitación de Domingo Elías,
entonces presidente peruano y viajó en 1842 para incorporarse al Colegio
Nuestra Señora de Guadalupe. En 1843 enseñó geografía en 1843 y luego ejerció
la dirección del plantel entre 1844 a 1849. Lorente reformó el programa de
estudios, introduciendo nuevas asignaturas: Historia Antigua, Media y Moderna,
Historia General de América, Historia del Perú, Literatura, Economía Política,
Estadística e Historia Natural. Debido a
la falta de profesores, Lorente tuvo que dictar hasta diez cursos en 1846.
Además. dictó en el Convictorio de San Carlos las asignaturas de Geografía y
Literatura, y en el Colegio de Medicina dictó Filosofía, Higiene, Historia
Natural y Medicina Legal.
Por problemas de salud se mudó a Huancayo en 1850. En
esta ciudad fundó el Colegio de Santa Isabel en 1851, y secundó la revolución
liberal en 1854. En 1855 redactó el primer reglamento general de instrucción
pública y como inspector de instrucción pública se encargó de aplicarlo. En
1856 integró la legación de Pedro Gálvez ante los gobiernos de la América
Central, Colombia, Venezuela, España y Francia. En 1866 volvió a ocupar el
puesto de inspector de instrucción pública. Se incorporó a la Facultad de
Letras de la Universidad de San Marcos y en 1867 fue elegido como decano.
Viajó
a Europa entre 1870 y 1872 para desarrollar nuevas propuestas educativas
aplicables al Perú. En 1872 volvió a ocupar el Decanato de San Marcos. En 1875
inauguró el curso de historia de la civilización peruana.
Lorente narró la historia peruana como un relato unitario y continuo a partir de las primeras comunidades hasta la República liberal. Su narración era providencial e inclusiva, comenzando en sus orígenes primitivos hasta su triunfo como República. No fue la suya una historia de reyes sino una historia para el pueblo, un texto de difusión masiva que nos enseñara a reconocernos en la nueva historia republicana, liberal y patriótica.
La crisis desencadenada por la guerra con Chile llevó al abandono del proyecto de Lorente. Los restauradores del país, tanto la oligarquía reconstituida como sus oponentes, condenaron a la primera República como vergonzosa y estéril. González Padra proclamó la urgencia de abandonar todos los proyectos previos y Riva Agüero se convirtió en el nuevo padre de la historiografía nacional. La idea de encontrar la esencia del Perú en su interior y rastrear su origen en la noche de los tiempos fue abandonada y tuvo que esperar a que Jorge Basadre la volviera a anunciar.
La administración colonial se organizó para aprovechar los recursos de la sociedad andina. La riqueza dl país estaba en las provincias altas. La primera República había encontrado en la exportación del guano una vía para librarse de la herencia parasitaria de la administración colonial y crear un Estado que no viviera a expensas de los campesinos, sino que los incorporara a la sociedad moderna. Pero la República aristocrática estaba decidida a vivir de espaldas al mundo andino y a los ideales liberales de la Independencia. Para ello condenó a los hombres andinos con el cargo de ser indios salvaje y ocultó la labor de los pensadores liberales. Uno de sus proscritos fue Sebastián Lorente. El había visto crecer a la joven República y prosperar. Aunque llegó a ver la ruinosa guerra con Chile, su obra (publicada entre 1855 y 1879) tiene una perspectiva optimista y confiada en el futuro.
Riva Agüero tuvo éxito en condenar al olvido a Lorente. El Perú ya no fue entendido como el pueblo que había evolucionado en este suelo sino como un enclave establecido por la colonización española. Riva Agüero ya no buscó las raíces originarias del país sino sus raíces "latinas" que el ubicaba en Europa. Lima dejó de ser el nombre con que se cristianizó el curacazgo de Gonzalo Taulichusco y se convirtió en una versión de Sevilla, traslada hasta la costa del Pacífico.
La crisis desencadenada por la guerra con Chile llevó al abandono del proyecto de Lorente. Los restauradores del país, tanto la oligarquía reconstituida como sus oponentes, condenaron a la primera República como vergonzosa y estéril. González Padra proclamó la urgencia de abandonar todos los proyectos previos y Riva Agüero se convirtió en el nuevo padre de la historiografía nacional. La idea de encontrar la esencia del Perú en su interior y rastrear su origen en la noche de los tiempos fue abandonada y tuvo que esperar a que Jorge Basadre la volviera a anunciar.
La administración colonial se organizó para aprovechar los recursos de la sociedad andina. La riqueza dl país estaba en las provincias altas. La primera República había encontrado en la exportación del guano una vía para librarse de la herencia parasitaria de la administración colonial y crear un Estado que no viviera a expensas de los campesinos, sino que los incorporara a la sociedad moderna. Pero la República aristocrática estaba decidida a vivir de espaldas al mundo andino y a los ideales liberales de la Independencia. Para ello condenó a los hombres andinos con el cargo de ser indios salvaje y ocultó la labor de los pensadores liberales. Uno de sus proscritos fue Sebastián Lorente. El había visto crecer a la joven República y prosperar. Aunque llegó a ver la ruinosa guerra con Chile, su obra (publicada entre 1855 y 1879) tiene una perspectiva optimista y confiada en el futuro.
Riva Agüero tuvo éxito en condenar al olvido a Lorente. El Perú ya no fue entendido como el pueblo que había evolucionado en este suelo sino como un enclave establecido por la colonización española. Riva Agüero ya no buscó las raíces originarias del país sino sus raíces "latinas" que el ubicaba en Europa. Lima dejó de ser el nombre con que se cristianizó el curacazgo de Gonzalo Taulichusco y se convirtió en una versión de Sevilla, traslada hasta la costa del Pacífico.