martes, 6 de octubre de 2015

Pedro Bohorquez

Pedro Chamijo nació en Granada en 1602. Pudo haber nacido en una familia campesina, tal vez morisca. De alguna manera aprendió a leer y escribir mientras vivía en Cadiz. Al igual que muchos otros, viajó al Nuevo Mundo atraído por la promesa de riqueza fácil. Llegó a Lima en 1620, pocos años después de la muerte de Guaman Poma.
Era un hombre sin oficio ni beneficio, de baja extracción social, codiciosos y lleno de ansias de llegar a ser alguien en esta vida. No era adinerado ni noble ni estaba seguro de su ascendencia. Como otros inmigrantes españoles se estableció en las nuevas ciudades coloniales pero se sentía atraído hacia el interior de los antiguos imperios americanos. Los colonizadores españoles habían usurpado los derechos de los antiguos propietarios indios e intentaron convertirse en una casta dominante. Sin embargo, muchos de ellos no consiguieron una situación favorable y terminaron viviendo a expensas de o incluso conviviendo con los indios. Guaman Poma se quejaba en su crónica de estos españoles bribones y vagabundos, que vivían extorsionando a los indios, proclamando que eran los nuevos señores de la tierra y reclamando un lugar de privilegio en este mundo, sin tener más propiedad que sus personas.
Muchos españoles andan por los caminos reales y tambos y por los pueblos de indios, que son los dichos vagamundos, judíos, moros. Entrando al tambo alborotan la tierra, toman un palo y le dan muchos palos a los indios pidiendo: daca mitayo, toma mitayo, daca camarico, toma camarico. (Guaman Poma, Nueva coronica y buen gobierno)
Pedro Chamijo buscó un espacio propio en el mundo colonial. Se casó con la hija de un arriero mulato y viajó por los pueblos y las chicherías oyendo hablar de tesoros escondidos y países legendarios. A la muerte de su suegro, abandona a su familia y parte en busca de fortuna a las minas de Huancavelica. Allí pasó un año y medio viviendo entre indios, compartiendo sus penurias, sus mitos y sus recuerdos de los incas. Allí debió oír sobre el Paitití, donde los incas habían escondido las riquezas que salvaron de los conquistadores. Entusiasmado por estas noticias Pedro Chamijo emprende su primer viaje a los Antis, entre las tribus que vivían al este de Tarma. Entre ellas debió escuchar otra vez el mito de los incas ocultos en la selva y aprendió a relacionarse con las comunidades nativas.
Con el relato del Paititi volvió a Lima. Logró una audiencia con el Virrey, Conde de Chinchón, y solicitó autorización para buscar el Paitití. El Virrey lo rechazó, La Corona española no tenía simpatía l gente inquieta que aspiraba a una vida distinta a la que su origen la destinaba.
Chamijo realizó una nueva entrada por sus propios medios y tiempo después regresó nuevamente a Lima, presentándose como conquistador de las tribus, vestido a la manera de los incas, y solicitó infructuosamente el título de gobernador de las nuevas tierras. Sin ninguna aprobación oficial volvió a la selva, esta vez para levantar a los indios contra los pueblos serranos fronterizos. Fue apresado pero lo escapar hacia Larecaja. En 1636 apareció en Charcas, donde fue arrestado por Juan de Lizarazu, presidente de la Real Audiencia. Pero el funcionario quedó fascinado  por el relato de Chamijo sobre el Paitití y solicitó al Consejo de Indias auspicio para el proyecto de conquista. Chamijo fue liberado y con algún aval de la Audiciencia viajó a Potosí y a Porco. Allí concretó su transformación de prófugo en visionario. Consiguió hacerse reconocer como sobrino por el padre Alonso Bohorquez, quien decidió apoyar su empresa y le donó 12 000 pesos.
El nuevo Pedro Bohorquez era un rico hidalgo recorría las ciudades coloniales promoviendo la conquista del país de los chunchos. En 1638 se casó en Huamanga con una rica heredera, cuya dote le proporcionó una posición acomodada. Viajó a Lima para presentarse ante el Virrey Marqués de Mancera. El nuevo virrey autorizó su entrada en la selva. Bohorquez recibió el apoyo del franciscano Luis Triviño. Bohorquez sometió a los matsiguengas y amueshas y conquista la región del Cerro de la Sal. autotitulándose gobernador. Bohorquez incitó a los indios para que atacaran las ciudades andinas y expulsaran a los españoles. Después de sus incursiones contra Tarma las autoridades coloniales los persiguieron y apresaron. Fue deportado al presidio de Valdivia, en Chile.
En Valdivia Bohorquez se redimió como esforzado defensor del presidio asediado por los araucanos, se ganó la confianza del comandante del fuerte y aprovechó la primera oportunidad para huir. Cruzó la cordillera reapareció en Mendoza. Siguió a a La Rioja, Catamarca y Tucumán, narrando sus aventuras a todos aquellos con los que se encontraba.
Bohorquez no viajaba a la deriva sino que iba en búsqueda de una persona a la que nunca había visto: Pivanti, cacique de los paciocas. Y lo encontró en 1657. Pivanti encabezaba una de las parcialidades que habitaban el valle Calchaquí, donde los indios habían resisitido la conquista y habían impedido la colonización española. Demás está decir que estos fracasos enardecían tanto a las autoridades locales como a las limeñas, ya que el territorio más fértil y poblado del Tucumán colonial escapaba a su control. Los paciocas eran descendientes de antiguos mitimaes incaicos procedentes de Oruro u Orurillo. Bohorquez se presentó ante ellos como descendiente de la monarquía inca comprometido en recuperar el Imperio perdido.
Nuestro personaje se reinventa como Don Pedro, heredero legítimo de los Incas.  Asumiendo ese rol inició negociaciones con el gobernador Alonso de Mercado y Villacorta para convencerlo de su buena fe, presentándose como súbdito leal de Su Majestad y devoto cristiano. El Obispo Maldonado, sabedor del pasado, trató de impedir las negociaciones, pero la codicia cegó a Mercado y lo condujo a un acuerdo con Bohorquez. Bohorquez se comprometió a descubrir las minas y los tesoros que los incas habían ocultado a cambio de que las autoridades aceptan su condición de descendiente de los reyes incas. Mercado aceptó el acuerdo y reconoció a don Pedro como Inca, nombrándolo Capitán General y Justicia Mayor en el valle Calchaquí.

Pero don Pedro fue incapaz de cumplir lo convenido. Tras un año de espera, Mercado tacó el valle y capturó a Bohorquez en 1659. El traidor fue conducido a Lima y permaneció en prisión hasta 1667. Bajo la sospecha de haber intervenido en la rebelión de los caciques de Lima de 1666 fue decapitado.