martes, 16 de mayo de 2017

Guaman Poma y los arbitristas

El arbitrismo surgió en la segunda mitad del siglo XVI como un conjunto de respuestas variadas ante los problemas  financieros de la Monarquía española. Ofrecia un diagnóstico y medidas adecuadas para enfrentar la crisis económica que sufría el Imperio español.
Los escritores arbitristas ofrecían a la Monarquía medidas para su propio beneficio, fortalecimiento de su soberanía y crecimiento de su autoridad.
Se denominaban arbitrios a las medidas tomadas para incrementar el erario público y las rentas del soberano, usualmente mediante impuestos recaudados para gastos corrientes o extraordinarios. El término ya estaba en uso durante las Cortes de 1558. En la década siguiente, las necesidades de liquidez de la Corte aumentaron por su  trasladó a Madrid y la Guerra de Flandes. En 158, tras el desastre de la Armada Invencible en aguas británicas los memoriales se volvieron más abundantes y los memorialistas más preocupados. Los arbitrios trataban de paliar la carestía de la Real Hacienda tras la muerte del emperador Carlos V. Terminaba siendo cualquier medida que el rey imponía para beneficio del reino, en ejercicio de su soberanía y por voluntad real. Los arbitrios incluian la venta de oficios públicos, de títulos de hidalguía, dignidades eclesiásticas y tierras baldías.
Los arbitrista dirigian un memorial al rey solicitándole que tomara determinado arbitrio.  Presenta su memorial con la retórica típica de fiel vasallo de su Majestad. El memorial pasaba a ser analizado por una Comisión o Junta sin recurso posible por parte de su autor. La producción de literatura memorialística creció proporcionalmente durante la revolución de precios del siglo XVI y se incrementó con la crisis del siglo XVII, en una coyuntura económica adversa.
El término arbitrio y arbitrista fueron considerados despectivos en la época. Quevedo se burla de ellos llamandolos hacedores de catástrofes; tan enfrascados en sus teorías que no se daban cuenta de que se sacan los ojos con la pluma.
Los arbitristas fueron los primeros que percibir la decadencia y proponer algunas soluciones, aunque la mayoría limitaba los problemas económicos a un solo factor. El arbitrista presentaba al monarca un plan de reforma política o económica,  que se debia realizar a través de un arbitrio Los arbitristas escribieron en ciudades universitarias, como Salamanca, Valladolid y Toledo. La conciencia de la decadencia imperial y la necesidad de cambios para remediarla era mayor en estas ciudades. El esfuerzo reformista estaba en la base de la política del Conde-duque de Olivares. El fracaso de Olivares trajo aparejado el desprestigio de los promotores de reformas.