El dominio colonial produjo una crisis de identidad en el mundo andino. Altero profundamente el orden social y forzó a los vencidos a soportar la imposición de una cultura extraña. Esta cultura dominante impuesta por la Conquista cambió de forma radical las categorías de la cultura autóctona, suprimió sus instituciones políticas y minó sus raíces sociales. La Conquista produjo la desestructuración de la sociedad andina y promovió su remplazo por un nuevo orden.
Tras la Conquista las jerarquías andinas comenzaron un proceso de adaptación para integrarse en el orden social y jurídico español y asegurar su propia persistencia. Las élites locales Intentaron adecuarse a las nuevas condiciones de la manera más favorable y negociaron con la Corona su participación en el control de la población. Los relatos de los linajes se convirtieron en instrumentos para ganar y garantizar una posición noble y de predominio.
Para conseguir el reconocimiento de las autoridades españolas, las élites andinas prepararon y presentaron memoriales y probanzas. Mediante estos documentos buscaron tanto el reconocimiento de una nobleza antigua como los servicios realizados a favor de la Corona durante la Conquista.
Estos documentos están redactados con un interés definido y buscaban beneficios económicos y sociales. La Corona aceptó e incluso promovió esta negociación de honores y prerrogativas.
Pizarro inauguró este esquema de negociación tras la muerte de Atahualpa, al apoyar a uno u otro de los hijos de Huayna Capac en sus aspiraciones al trono. Pizarro sostuvo a Tupac Huallpa y, tras su muerte a Manco Inca. Este último decidió oponerse a los conquistadores y huyó del Cusco para intentar restablecer un Estado soberano. Tras el fallido sitio de la ciudad, Manco Inca se refugió en las montañas de Vilcabamba, donde mantuvo un dominio independiente. Fue asesinado en 1544 y sucedido en el tronó por su hijo Sayri Tupac. En 1557 Sayri Tupac prefirió terminar con la resistencia y abandonó el refugio de Vilcabamba para entregarse al virrey en Lima. Guaman Poma nos cuenta que el virrey Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, lo recibió como a “señor y rey del Pirú”. A cambio de su sometimiento se le otorgaron mercedes y beneficios. Le fueron devueltas las tierras del valle de Yucay, que habían sido entregadas como encomienda a Francisco Hernández Girón y que fueron confiscadas por la Corona tras su rebelión y derrota. Sayri Tupac, bautizado como Diego, fue nombrado adelantado del valle de Yucay y recibió encomiendas a perpetuidad, entre ellas Oropesa, con una renta estimada de 150,000 pesos anuales. Desde Lima regresó al Cusco, donde ingresó con gran pompa y coronado con la mascapaycha, a la usanza de los antiguos soberanos. Sayri Túpac se estableció en Yucay junto a su esposa la coya Cusi Huarcay, pero murió a los pocos años, en 1561, dejando como heredera universal a su única hija, Beatriz Clara.
Tras la muerte de su padre, Beatriz Clara fue separada de su madre por orden del virrey Diego López de Zúniga, conde de Nieva, e internada en el convento de Santa Clara en el Cusco. Alli quedó recluida con su futuro dependiente de las decisiones de la administración colonial. Su madre intentó acordar su boda con Cristóbal Maldonado, hijo del Dr. Buendía y hermano del capitán Arias Maldonado, pero las autoridades españolas se opusieron a una nueva unión entre conquistadores y la realiza inca. Su suerte se decidió tras la derrota de Vilcabamba y la ejecución de Tupac Amaru. En 1590, el virrey Francisco Alvarez de Toledo decidió su matrimonio con el capitán Martín García de Loyola, sobrino nieto de Ignacio de Loyola y quien había capturado al inca Tupac Amaru. García de Loyola fue nombrado sucesivamente corregidor de Potosi, Huamanga y Huancavelica. Esta última ciudad había sido fundada a instancias del virrey Toledo bajo el nombre de Villarrica de Oropesa, en recuerdo de su hogar natal, el castillo de Oropesa. En 1592 fue nombrado gobernador de Paraguay y poco el rey Felipe lo nombró gobernador de Chile, con el encargo de pacificar aquel reino. Debemos recordar que el propio Felipe II había sido proclamado rey de Chile al momento de su matrimonio con María Tudor. Se trasladó y se estableció junto a su esposa Beatriz Clara en Concepción. Allí nació su única hija, Ana María Lorenza. La experiencia de García de Loyola como gobernador de Chile fue infeliz, debido a la rivalidad que mantuvo con García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y virrey de Perú. Hurtado de Mendoza recelaba de García de Loyola. Además corría el rumor de que el gobernador quería proclamarse rey de Chile, apoyado en la estirpe de su esposa. El virrey retrasaba los auxilios para la guerra con los mapuches hasta que García de Loyola murió en luchando contra ellos en Curalaba, entre el 23 y 24 de diciembre de 1598.
Ana María Lorenza García Sayri Tupac de Loyola nació en Concepción en 1593. Tras la muerte del gobernador, el virrey Luis de Velasco y Castilla dispuso el retorno de la viuda y su hija desde Chile y su instalación en Lima. Aquí Beatriz Clara Coya se enfrentó a los intentos de otros por tomar control del Valle de Yucay. Falleció en Lima el 21 de Marzo de 1600, dejando por heredera universal de sus bienes a su hija Ana María.
Ya para entonces la Corona había decidido extrañar a los linajes reales americanos. Se dispuso que la princesa inca viajara a España, donde fue recibida por el rey Felipe III. El rey la puso al cuidado de un tío paterno, Juan de Borja y Castro, conde de Mayalde. En 1610 le fueron restituidos sus bienes y en 1611 fue casada con Juan Enríquez de Borja. Este era hijo de Elvira Enríquez de Almansa, marquesa de Alcañices, y de Álvaro de Borja y Castro, hijo de San Francisco de Borja, III General de la Compañía de Jesús, IV duque de Gandía, I marqués de Lombay, Grande de España y Virrey de Cataluña, que sería beatificado por el papa Urbano VIII en 1624 y canonizado por Clemente X en 1671. Además Juan Enríquez era primo hermano del duque de Lerma, valido del rey.
La pareja se estableció en Madrid, donde Ana María de Loyola reclamó a la Corona 40 años de rentas de sus propiedades cusqueñas, que habían sido confiscadas por la autoridad virreinal. Finalmente le fue concedida una pensión de 10.000 ducados, la creación de un feudo en sus tierras de Yucay y el título de Marquesa de Santiago de Oropesa.
El 1 de marzo de 1614 fue concedido a Ana María Lorenza de Loyola el título Marquesa de Santiago de Oropesa, como un acuerdo final con la linaje real inca y también probablemente por amistad con de su esposo Juan Henríquez de Borja y por la influencia del Duque de Lerma.
La marquesa designó a su tío Martín Fernández Coronel para tomar posesión de los pueblos de Huayllabamba, Yucay, Maras y Urubamba, ante la oposición virreinal. En 1615 viajó a Perú junto a su esposo, en la comitiva del virrey Francisco de Borja y Aragón, conde de Mayalde y príncipe de Esquilache, primo de la pareja, para tomar posesión de su señorío. Los esposos se avecindaron en Lima, donde nacieron sus hijos, y hacia 1620 viajaron al valle de Yucay. Tras de siete años de permanencia regresaron a Madrid, donde la marquesa falleció.
Felipe III, creador del marquesado de Oropesa, era hijo de Felipe II, contra quien se había rebelado el Inca Tupac Amaru. Tupac Amaru había rechazado la Cédula por la que el rey ofrecía condiciones de paz y reconocía a la Monarquía Inca y sus derechos dinásticos, La Corona había Sin embargo había decidido conceder un título nobiliario y señorío pleno como muestra de perdón real y deseo de reparación, a cambio del sometimiento y vasallaje de los antiguos reyes del Perú. Con la concesión de este título la Corona pensaba haber resuelto la demandas legales de la realeza inca, pero había creado las bases para una identidad en los Andes, que crecería bajo el recuerdo del señorío de los Incas: la monarquía indiana no había desaparecido, sino que subsistía en la persona del marqués de Oropesa.
La Compañía de Jesús mantuvo una relación muy cercana a la realeza inca. La Compañía de Jesús había sido fundada por Ignacio de Loyola en 1534. La Compañía creció rápidamente y tuvo un papel decisivo durante la Contrarreforma, fundando escuelas y centros de estudios superiores en toda Europa. La Compañía llegó en 1566 a Perú y su actividad misionera fue muy exitosa. En todo el Nuevo Mundo fundaron reducciones, siendo las más famosas las de Paraguay y las misiones de Sonora y Sinaloa en el norte de México. La Compañía llegó a controlaron una población de 160.000 personas.
El Virrey Francisco de Toledo se había sentido presionado por la acción evangelizadora de las órdenes religiosas, en particular con la Compañía de Jesús. Llegó a expulsar a los jesuitas de Potosí el 1578. En 1576 el Padre Luis López fue acusado de herejía, apostasía y crimen de lesa majestad, al haber redactado un manuscrito en el cual atacaba duramente al Rey y a su administración y cuestionaba los justos títulos del monarca a poseer el Perú. Se ha atribuido a jesuitas como Blas Valera, Martin de Funes, el Padre Torres y Luis López el proyecto de fundar un reino indígena, libre del control de los conquistadores. Las Reducciones de Paraguay fueron un ejemplo de estos intentos autonomistas. Los jesuitas, que habían crecido de una manera muy importante tanto en influencia como en poder en el Perú en todos los años desde la llegada de los españoles, utilizaban el teatro y las representaciones de manera muy común como herramienta de apoyo en la evangelización. El teatro evangelizador se constituyó en un espacio de comunicación y de influencia cultural en la población indígena. La producción teatral se adaptara a su público y empleaba elementos culturales y eventos locales
En estas representaciones se honraba al Apóstol Santiago, a quien los soldados españoles se encomendaban a la hora de atacar. La figura del Apóstol Santiago era muy importante y se hacía presencia en el mensaje evangelizador.
También se dio gran importancia al matrimonio de Beatriz Inca Coya con Martín de Loyola, sobrino nieto de San Ignacio de Loyola, así como al matrimonio de la hija de ambos con Juan Enríquez, nieto de San Francisco de Borja. Cien años después de estas bodas, se pintó un gran lienzo en el que se representaban ambos matrimonios. Este lienzo se conservaba en la Iglesia de la Compañía de Jesús en el Cuzco y se hicieron al menos seis versiones del mismo. A través de estas pinturas los jesuitas querían resaltar los vínculos de la Orden Religiosa con la nobleza indígena. Aun más, el 10 de octubre de 1741, fiesta de San Francisco de Borja, se puso en escena la boda de Don Martín García de Loyola con Doña Beatriz en la Iglesia de la Compañía de Jesús en Cuzco.
Los marqueses de Oropesa entroncaron con los más importantes santos y evangelizadores españoles: San Ignacio de Loyola, San Francisco de Borja y San Francisco Javier.
El marquesado de Oropesa gano valor simbólico. Se llegó a identificar a su titular como el heredero legítimo de la antigua monarquía peruana. Sin habérselo propuesto, la Corona había sentado las bases para un discurso que se fundaba en un derecho anterior al dominio español y reclamaba una jurisdicción panandina. Con el marquesado de Oropesa se habría una puerta para el regreso del Inca