miércoles, 18 de marzo de 2015

Peruanidad cívica y étnica

La administración colonial española no tuvo el deseo de formar peruanidad, una nación en los Andes. La homogeneidad que propuso al definir la condición de indio le servía con fines tributarios pero no busca crear una identidad cultural, étnica o civil,  Quería una sociedad bajo control, completamente dual y separada, pero terminó aceptando la existencia de grupos intermedios entre los colonizadores y los colonizados, gente a la deriva, fuera del patrón estamental deseado. Anotaba Flores Galindo que:
A pesar de la estricta demarcación de fronteras jurídicas entre españoles e indios –quienes debían formar dos repúblicas separadas y autónomas- la relación entre vencedores y vencidos terminó produciendo una franja incierta dentro de la población colonial: los mestizos, hijos de unos y otros y a veces menospreciados por ambos. 
Esta dualidad plena establecida jurídicamente fue desdibujándose por la aparición de los mestizos, de los criollos, de los esclavos africanos y de las muchas castas que nacieron de su mezcla, así como de la evolución económica del mundo andino. La Corona no proclamó la existencia de dos naciones diferentes, ya que no existía la organización social a la que ahora llamamos nación. La Corona definió dos estructuras políticas diferentes conviviendo en una misma patria y bajo una sola autoridad, la suya. La determinación de la condición de español o indio se basaba en la atribución de deberes y derechos, no en la identidad nacional, racial o cultural.
Durante los siglos XIX y XX, la historiografía locales (vale decir los historiadores nacidos en nuestro país) se abocaron a la tarea de definir el significado de "peruano". Los historiadores se dedicaron a estudiar el pasado para encontrar aquellas características que nos identificaran y vincularan. Se sentían obligados a encontrar algo con que construir nuestra identidad nacional. Debemos ser conscientes de esto: la nacionalidad fue una construcción. Los historiadores la fabricaron. Ellos imaginaron una nación y emplearon elementos del relato de acontecimientos pasado como ladrillos de su edificios narrativo. Los historiadores ocultaban su forma de trabajar, de manera que nadie notara que la invención de los estados-nación tuviese algo que ver con el nacionalismo.
Los futuristas querían ver en los estamentos coloniales el origen la nación peruana. Se esforzaban en demostrar que la nación peruana era hija de España. Pero las dificultades para comprender el origen de la nación parten de las dificultades para ponernos de acuerdo en la definición de la palabra “nación”.
La palabra nación procede del latín natio, que hacía referencia a los nacidos en el extranjero. La condición que definía la nación era el lugar de nacimiento. Las naciones definidas en el mundo medieval eran localizaciones geográficas laxamente definidas. Por ejemplo, en la Universidad de París se mencionaba cuatro naciones: la honorable nación de Francia, la fiel nación de Picardía, la venerable nación de Normandía y la constante nación de Germania. Esta cuatripartición la volvemos a encontrar en Guaman Poma. Esta clasificación de la humanidad no proclama la homogeneidad de las naciones (dentro de las naciones), sino la existencia de un rasgo común percibido por el organizador.
Desde el punto de vista religioso (y Del Busto asumía un punto de vista religioso) las naciones fueron establecidas por Dios mismo, quien sacó de la única sangre humana todas las naciones todas las naciones de los hombres que se esparcieron por toda la tierra y determinó los límites de sus territorios. Las naciones, como el resto de la creación divina, son hechos naturales. Del Busto no afirma la existencia de naciones sobre una base puramente racial, sino que las apoya tanto en rasgos biológicos como culturales. Las naciones no son características genéticas sino el resultado de la labor de Dios en la historia. El Perú como nación apareció en cierto momento, cuando la patria andina fue fecundada por la sangre de Pizarro.
Es posible que para Del Busto la nación peruana cumpliera un papel fundamental en la historia de la salvación. La Conquista, pese a sus faltas, habría servido a un fin mayor, la cristianización del mundo andino. 
La doctrina de la salvación en Flores Galindo es diferente. La Conquista no fue la liberación de la oscuridad de la idolatría sino un desafío en la historia del mundo andino. La formación de la nación no es la continuación del cautiverio egipcio sino la liberación del mismo. La creación de la nación significa la liberación de los oprimidos.
Existe el consenso que la ciudadanía y su difusión por toda la sociedad caracteriza a las naciones establecidas a partir del siglo XVIII. Son estos mismos derechos civiles los que diferencian a las naciones de las comunidades étnicas y territoriales precedentes. Del Busto creía que el Perú era una nación nueva, mientras que Flores Galindo encontraba su origen en las etnias andinas prehispánicas. Flores creía que la historia narraba los triunfos y los fracasos de esa antigua comunidad.
Cualquiera de las dos posiciones estaba ideologizada, impregnada por distintos modelos de nacionalismo. El nacionalismo de Del Busto era conservador, inspirado en la España de Franco y las dictaduras militares latinoamericanas de derecha. El nacionalismo de Flores Galindo era de izquierda, inspirado en la revolución cubana y en los movimientos de liberación africanos. Del Busto anunciaba que la emancipación del país ya había ocurrido y culminado exitosamente con la proclamación de Independencia. Flores Galindo creía que la liberación del país era una tarea pendiente y que seguíamos presos de la herencia colonial.
La sociedad colonial no tuvo las distinciones claras que refiere Del Busto. Las Repúblicas separadas y las castas no fueron naciones ni se unieron en un proyecto unitario. En la sociedad colonial existieron distintos criterios para calificar a los hombres, sean estamentales o económicos. Entender esto significa comprender que el orden colonial transcurría entre identidades antiguas y definiciones modernas. Blancos e indios no eran sinónimos de amos y siervos o ricos y pobres o nobles y villanos. A pesar que los colonizadores españoles y sus descendientes lo desearan.
Como Flores destaca en Aristocracia y plebe, el mundo colonial no tuvo una semilla de nación sino plebe, gente llana, pueblo en el sentido de pobladores del país. La transformación del pueblo en nación requería el desarrollo de la soberanía popular, de la idea de que la población del país forma una comunidad, comparte una cultura, una tradición y aspira a lograr su autonomía y autodeterminación. Para Flores Galindo el nacionalismo se nutría del utopía andina y retomaba el anhelo milenarista como una religión civil, liberada de las esperanzas ultramundanas y que aspiraba a realizarse en esta tierra.
Del Busto veía en la nación la solución a los problemas que había planteado la Conquista. La identificación como nacionales creaba los lazos que sellaban nuestras diferencias. El problema para Del Busto surge porque el duda entre una nación basada en la soberanía popular y prefiere una nación basada en las características únicas del pueblo peruano. A pesar de que reconoció que el reconocimiento de derechos civiles era la base de la nueva República, se volvió al pasado para encontrar un fundamento étnico, racial, religioso. Para Del Busto la nación peruana se fundamentaba en el esfuerzo por crear una homogeneidad comunal a partir de elementos diferentes. Por eso reclamaba que la verdadera nación era mestiza, mezcla de razas y de culturas. Pero este modelo requería comunicación fluida entre todos los elementos constitutivos, de forma tal que la mezcla pudiera ocurrir. Para compartir una cultura y un saber comunes se necesita un espacio de encuentro, sea en las escuelas, en las elecciones, en el mercado. 
Incluso después de la proclamación de la República persistió la dualidad en la atribución de derechos. No se empleó a la educación como un mecanismo para hacer crecer a la nación sino para reducirla. 
Pocos han reparado en el contenido racista de una categoría tan usual en los recuentos censales como es la de “analfabeto”, para clasificar así –como un grupo inferior y menospreciado- a quienes ignoran el castellano. 
A través de la educación (a través de la negativa a educar a las personas) se privaba a un grupo de habitantes del país de sus derechos.

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