viernes, 20 de junio de 2014

La crueldad de los españoles

Los conquistadores justificaron sus acciones en América remitiéndose a la idea de Cruzada, la obligación de extender la verdadera religión y luchar contra los no cristianos. España había visto una Cruzada durante la Reconquista. Según este ideal, el exterminio de los infieles no era contrario al espíritu cristiano sino que incluso era un mandato la expansión de la Cristiandad. La muerte y la violencia física contra los infieles quedaban justificadas.
Durante la Reconquista, la Cruzada significaba el exterminio de todos los no cristianos, musulmanes y judíos, quienes debían aniquilados, eliminados violentamente. Sin embargo, pese a haber declarado oficialmente la Cruzada la Corona castellana no siempre cumplió sus preceptos. Muchas veces prefirió alcanzar soluciones de compromiso con sus enemigos. Las fronteras entre los reinos cristianos y al-Andalus vieron luchas continuas desde el siglo XII hasta el XV, pero solo por momentos tomaron el carácter de guerra santa. Hubo poblaciones masacradas y reducidas a la esclavitud, pero lo más frecuente fue la capitulación a cambio de unas condiciones más benignas o menos duras.
Debemos recordar que desde el punto de vista de la Cruzada los derrotados no eran solamente los guerreros sino toda la población musulmana. La mayoría de los derrotados fueron los no combatientes, la gente común, ajena a la lucha directa pero que sufría igualmente las consecuencias de las acciones militares. Para los guerreros españoles de la Reconquista los vencidos eran todos los musulmanes de las comunidades que resultaban sometidas jurisdiccionalmente a ellos por su victoria militar o la capitulación.
Los guerreros de la Reconquista muchas veces continuaron la persecución y exterminio de los musulmanes cuando ya habían sido derrotados o incluso apresados. A veces ocurrían matanzas indiscriminadas luego de la victoria, como hizo Fernando III luego de la toma de Priego o Alhama. A veces la matanza ocurría cuando no había esperanza de victoria, como en el sangriento episodio del río Víboras. En 1224, en campaña en Jaén, Don Lope Díaz había tomado gran número de cautivos que dejó bajo guardia en el río Víboras. La cuadrilla de custodia castellana fue sorprendida y cercada por una tropa morisca. Teniendo certeza de su derrota, degollaron a todos los prisioneros, antes de ser muertos ellos mismos por sus enemigos. Incluso alguna vez la masacre ocurrió porque los guerreros no habían visto combate, como en Baeza. Los musulmanes abandonaron esta plaza antes de que los guerreros cristianos entraran en ella. Quedaron algunos que no pudieron huir, tal vez ancianos, enfermos, mujeres con niños pequeños. Los cruzados los encerraron en la mezquita y los quemaron vivos. Asesinar a sangre fría a los enemigos podía ser justificado como una necesidad de la guerra: Alvar Pérez de Castro, antes de enfrentar a Ibn Hud en Jerez, mandó matar a todos los prisioneros que había tomado en su cabalgada por el valle del Guadalquivir. De esa manera no tuvo que preocuparse por custodiar prisioneros.
El trato dado por los guerreros españoles a sus enemigos musulmanes no se había suavizado siguiendo las normas desarrolladas por la cultura feudal, en la que el rescate, la clemencia e incluso el perdón habían desplazado a la ejecución. La lucha entre la Cristiandad y el Islam no era un enfrentamiento de caballeros, sino que se asemejaba más a las guerras contra los vikingos, los guerreros de la estepa (hunos, magyares o mongoles) o los celtas (galeses, irlandeses o escoceses), a quienes se consideraba gente bárbara y sin civilizar. A estos enemigos no se les mostraba consideración, debían ser tratados cruel y brutalmente. Su destino debía ser el exterminio, la mutilación o la esclavitud. La extrema violencia física cumplió un rol fundamental: aterrorizar al enemigo, quebrar su resistencia y demostrarle que la mejor decisión era huir. Fernando III se dedicó a aterrorizar a los moros durante su conquista de Andalucía. La mayoría de sus víctimas fueron campesinos, masacrados mientras trabajaban en sus campos, muertes sin otro objetivo militar que el espanto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario