Ricardo Palma publicó en 1863 un ensayo titulado “Anales de la Inquisición de Lima”. Este
trabajo se basó en las más de cinco mil obras y manuscritos coloniales
que existían en la Biblioteca de Lima antes de su saqueo en 1881. Contiene relatos de los autos de fe producidos desde
la fundación del Tribunal del Santo Oficio en Lima en 1570 hasta la reinstalación del Tribunal en 1815.
La Inquisición de Lima fue establecida
en el reinado de Felipe II. Desde su fundación mantuvo relaciones conflictivas
con arzobispos y obispos, virreyes y gobernadores. Realizó sus actividades
rutinarias contra males endémicos, contra el recrudecimiento de estos males, o
contra enfermedades del mismo cuerpo inquisitorial.
La Inquisición apareció
en la España de los Reyes Católicos para luchar contra el judaísmo secreto de
los conversos. Durante el siglo XVI estuvo prohibido que pasaran a América los
descendientes de cristianos nuevos penitenciados por el Santo Oficio, aunque esta
medida no resultó siempre eficaz. La Inquisición en América continuó actuando
contra españoles delatados por criptojudaísmo. Con la unión de Portugal a los
dominios de la monarquía de los Habsburgos, un número elevado de marranos portugueses, casi todos comerciantes,
ingresaron a las Indias y fueron perseguidos.
El Tribunal fue establecido por el licenciado Servan de
Cerezuela durante el gobierno del virrey Francisco de Toledo. El primer auto de
fe fue realizado en la plaza mayor de Lima el domingo 15 de noviembre de 1573,
siendo penitenciados seis reos y relajado uno, el francés Mateo Salade, hereje
contumaz. El reo relajado era entregado a la autoridad secular y condenado a
muerte en la hoguera. Cinco años más tarde, el 13 de abril, se realizó el
segundo auto de fe. Fueron penitenciados dieciséis reos y relajados dos, los padres
Francisco de la Cruz y Alonso Gasco.
La Inquisición en
América no se encargó de supervisar la pureza de la fe de los neófitos indios.
Las pocas iniciativas contra caciques y poblaciones secretamente fieles a la
religión antigua fueron abandonadas. La misión de la Inquisición en el Nuevo
Mundo fue evitar la degradación de la religión católica entre los pobladores
españoles o europeos separados de la vieja cristiandad.
La mayoría de las
causas conocidas por la Inquisición fueron por corrupción de las costumbres
clericales y seglares de la América colonial. Uno de los delitos más frecuentes
fue el de reo solicitante. Esta ofensa consistía en la solicitación a actos
torpes que tenía ocasión en el momento de la confesión, por lo que el reo era
procesado por profanación del sacramento de la penitencia. Habían ocurrido
tantos escándalos en España que Felipe II aceptó el pedido de la Inquisición
para remediar la situación. No es cierto que la Contrarreforma hubiese
producido en poco tiempo un clero reformado y ejemplar, del que ya no pudieran
hacer escarnio los protestantes. Uno de los procesos más característicos es el
del jesuita Luis López, implicado en la causa del heresiarca Fray Francisco de
la Cruz, que se libró de la hoguera y acabó por ser expulsado del Perú.
Francisco de la Cruz,
natural de Lopera, fue hijo de Pero García Chiquero y María Sánchez. A los 14
años inició sus estudios en Salamanca; continuando luego en Granada para trasladarse después a Alcalá de Henares. En esta ciudad
ingresó en la Orden dominica. Los
siguientes cuatro años residió en Madrid y finalmente concluyó sus estudios en
el Colegio de San Gregorio de la Universidad de Valladolid. Allí
conoció a fray Domingo de Santo
Tomás, quien estaba terminando su Grammatica y su Lexicón
o Vocabulario de la lengua quechua, y gracias a su influencia consiguió
autorización para viajar a Perú.
En Lima se desempeñó
como maestro de novicios en 1557 y luego pasó a Chucuito y Charcas para predicar el evangelio a los
indios. De regreso asumió la cátedra de Sagradas Escrituras en la Universidad
de San Marcos. Fue elegido prior del Convento
Grande del Rosario y rector
universitario entre 1566 y 1569. Su vida parecía digna y honorable hasta que
fue acusado de alumbrado y apresado por la Inquisición en 1572. Fue procesado
hasta 1576, y debido a que no se retractó de sus errores, aunque se le aplicó
tormento para ello, finalmente en 1577 fue declarado culpable por haber
sido y ser hereje pertinaz, heresiarca, dogmatizador y enseñador de nueva secta
y erroEl clero de América
del Sur se hizo célebre por su vida disoluta. Los frailes y clérigos coloniales
que soportaban mal el celibato sacerdotal no sólo se aprovechaban de la privacidad
de la confesión para satisfacer su lujuria. El amancebamiento era rutinario entre
los seglares, aunque también los clérigos se entregaban a los mismos excesos y
con la misma cantidad de concubinas. Entre los reos seglares procesados por la
Inquisición abundan los bígamos. Se trata de hombres que teniendo mujer legítima
en España o en otra parte de las Indias, volvían a tomar pareja en su nuevo
lugar de residencia. Esta ofensa, canónica y teológicamente grave considerando
el carácter indisoluble del matrimonio católico, quedaba opacada por el
concubinato generalizado, que mucho tenía de abierto adulterio.
El desorden moral también alcanzó a los
propios inquisidores de Lima. En más de una oportunidad los virreyes se quejaron
de los inquisidores, tantas la Inquisición los había denunciado. Los
inquisidores encargados de velar por la pureza de la fe y por la limpieza de
las costumbres pronto se contagiaron de los males coloniales.
Hay que tener en
cuenta las características de la vida colonial, su codicia y su lascivia, para
entender la originalidad de la herejía peruana de Francisco de la Cruz, que
junta relajación de costumbres, obsesión por la magia y profecía. El
milenarismo de Francisco de la Cruz enuncia las aspiraciones inconfesables de
los criollos, convirtiendo en doctrina la creencia de que los indios son descendientes
de las tribus perdidas de Israel, caídos en un estado infantil e ignorante, y que
necesitan la tutela de los españoles para ser salvados. Sólo comprendiendo las
ambiciones y los anhelos de los españoles indianos (y luego de los criollos)
puede entenderse por qué Fray Francisco, quien soñó con ser papa y rey de la
nueva cristiandad indo-española, pudo empeñarse en convencer a los mismos
inquisidores de la verdad de sus profecías, para ganarlos para su causa y
hacerlos participar en su utopía criolla, donde se daría la poligamia de los
seglares y se aboliría el celibato de los sacerdotes misioneros.res. Fue quemado en la hoguera en 1578.
El clero de América
del Sur se hizo célebre por su vida disoluta. Los frailes y clérigos coloniales
que soportaban mal el celibato sacerdotal no sólo se aprovechaban de la privacidad
de la confesión para satisfacer su lujuria. El amancebamiento era rutinario entre
los seglares, aunque también los clérigos se entregaban a los mismos excesos y
con la misma cantidad de concubinas. Entre los reos seglares procesados por la
Inquisición abundan los bígamos. Se trata de hombres que teniendo mujer legítima
en España o en otra parte de las Indias, volvían a tomar pareja en su nuevo
lugar de residencia. Esta ofensa, canónica y teológicamente grave considerando
el carácter indisoluble del matrimonio católico, quedaba opacada por el
concubinato generalizado, que mucho tenía de abierto adulterio.
El desorden moral también alcanzó a los
propios inquisidores de Lima. En más de una oportunidad los virreyes se quejaron
de los inquisidores, tantas la Inquisición los había denunciado. Los
inquisidores encargados de velar por la pureza de la fe y por la limpieza de
las costumbres pronto se contagiaron de los males coloniales.
Hay que tener en
cuenta las características de la vida colonial, su codicia y su lascivia, para
entender la originalidad de la herejía peruana de Francisco de la Cruz, que
junta relajación de costumbres, obsesión por la magia y profecía. El
milenarismo de Francisco de la Cruz enuncia las aspiraciones inconfesables de
los criollos, convirtiendo en doctrina la creencia de que los indios son descendientes
de las tribus perdidas de Israel, caídos en un estado infantil e ignorante, y que
necesitan la tutela de los españoles para ser salvados. Sólo comprendiendo las
ambiciones y los anhelos de los españoles indianos (y luego de los criollos)
puede entenderse por qué Fray Francisco, quien soñó con ser papa y rey de la
nueva cristiandad indo-española, pudo empeñarse en convencer a los mismos
inquisidores de la verdad de sus profecías, para ganarlos para su causa y
hacerlos participar en su utopía criolla, donde se daría la poligamia de los
seglares y se aboliría el celibato de los sacerdotes misioneros.
Marcel Bataillon
consideró el proceso de Francisco de la Cruz como central en la definición de
la ideología religiosa en Perú. Su condena influyó en el destino de lo mejor de
reflexión dominicana de San Gregorio de Valladolid en el país: no le
subsistieron las ideas de Vitoria, ni de Cano, de Carranza ni del mismo
Bartolomé de las Casas.
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