lunes, 14 de octubre de 2013

La hueste perulera

La hueste indiana fue producto de la España del siglo XV pero fue resultado de las condiciones propias de la América del siglo XVI. La hueste indiana mantuvo una relación con las instituciones tardo-medievales pero presenta rasgos que podemos calificar como modernos.
Silvio Zavala sostuvo que la hueste indiana se formó en base a la mesnada castellana, una institución característica del medievo español. Los tercios, los elementos más modernos del Ejército de los Reyes Católicos, pelearon en Europa pero no América. Sin embargo, las mesnadas castellanas y las huestes tenían notables diferencias. Las mesnadas eran mandadas por su señor, constituían un servicio obligatorio; eran reclutadas por villa, pueblo o gremios. En la hueste, a diferencia, las relaciones entre el capitán y los combatientes no son las de un señor y sus vasallos, sino de compañeros. La condición de jefe no era natural, sino conseguida, ganada, merecida. La hueste se enrolaba libremente, tras considerar los ofrecimientos del capitán y la posibilidad de botín. Los miembros de la hueste podían tener una relación de parentesco o vecindad, pero no era obligatoria. Además del acuerdo pactado entre los miembros y el capitán existía el acuerdo pactado con la Corona, la capitulación. Los combatientes en la mesnada recibían una paga por un tiempo de servicio establecido, mientras que en la hueste los servicios duraban hasta que acabara la jornada. El contrato no podía romperse antes sin el permiso del capitán, aunque en América la codicia del botín y el aislamiento geográfico hicieron posible la deserción.
El caudillo debía alcanzar el respeto y la lealtad de los soldados de la hueste, ya que ellos no estaban obligados a seguir y morir con él. Pese a estos rasgos modernos, el anhelo de todos, capitán y soldados, era convertirse en señores y el modelo poblamiento de América reiteró el patrón de la Reconquista, con la fundación de ciudades y el reparto de encomiendas.

Demetrio Ramos propuso que la hueste indiana se formó a partir de la estructura de la marina castellana tardomedieval, basado en las similitudes del sistema de enrolado en los navíos. La marina no era una empresa real sino particular, dedicada a la pesca, al comercio de rescate africano o al transporte. El capitán del barco no mantenía una relación señorial con los marinos bajo su mando. Los marinos procedían de diferentes lugares y se enrolaban libremente. Pero los marineros eran asalariados, no trabajaban por botín; sus funciones eran navales y solamente en casos extremos usaban armas. Las huestes de Cortés y Pizarro estaban formadas por gente de oficio, incluso por especialistas. Los marinos son marinos y no se esperaba que formaran parte de la hueste en tierra. 
La hueste indiana se organizó como una milicia autónoma y autosuficiente y al mismo tiempo como una compañía en la que arriesgaban quienes participaban y no la Corona. Los miembros de la hueste estaban organizados bajo un modelo militar. La hueste era convocada bajo un contrato, la Capitulación. El capitán de la empresa la pregonaba bajo el estandarte real y el propio. 
En el siglo XVI España dio a luz al primer ejército moderno, los tercios. La Conquista fue llevada a cabo por hombres criados bajo su sombra. Al igual que los tercios, las huestes indianas estaban abiertos a todos los españoles, desde los adinerados, provistos de títulos nobiliarios, seguros de su ascendencia, hasta gente llana, labradores o villanos. Las huestes estaban formados por hidalgos, artesanos, marineros, campesinos o gente sin oficio, incluso marginales que esperaba alcanzar fama y honra, ganar reconocimiento social. No faltaron entre ellos escribanos, contadores y notarios. El conquistador de México, Hernán Cortés, fue hijo legítimo segundo, cursó estudios universitarios y fue escribano en Santo Domingo; mientras que el conquistador de Perú, Francisco Pizarro, fue hijo bastardo e iletrado. Pizarro encarnó muy bien el ejemplo de ascenso que podía conseguirse en el servicio militar y en el Nuevo Mundo. Al igual que en los tercios, en las hueste no faltaron hombres de letras, como Gonzalo Jiménez de Quesada o Pedro Cieza de León. 
Los hidalgos tuvieron una participación importante en las milicias españolas, tanto en el ejército oficial, los tercios, como en las hueste. Los soldados nobles eran numerosos, incluso llegaron a ser mayoría en los tercios viejos de Sicilia, Nápoles y Lombardía o en el tercio de Flandes. Hasta una cuarta parte de los soldados tenían derecho al tratamiento de don (dueño), lo que señalaba su condición de caballeros o de hidalgos solariegos. Hubo soldados grandes y titulados, que tenían a más honra pelear como infantes piqueros. 
Bernal Díaz del Castillo, hidalgo de Medina del Campo, autor de la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, afirmó que la mayoría de la hueste conquistadora de Hernán Cortés eran hidalgos. Esto sin duda es una exageración, pero es verdadero el sentido de honra que tenían los hombres de armas. No existen razones para suponer que la proporción de nobles debía ser menor entre los conquistadores que entre la población general. Al contrario, la esperanza de honra y provecho debía atraer a muchos más hidalgos a la empresa conquistadora. Los miembros de la hueste fueron aventureros, despiadados y codiciosos..  

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