sábado, 5 de octubre de 2013

Pizarro fundador del Perú

El asesinato de Pizarro fue descrito por varios cronistas: Agustín de Zárate, Garcilaso, Francisco López de Gómara, Pedro Pizarro y Pedro de Cieza de León. Sin embargo, fue este último quien brindó la versión más extensa y detallada del mismo.
Es a partir del relato de Cieza que José Antonio del Busto elaboró su propia narración de la muerte de Pizarro, presentándola como el desenlace de la epopeya de la Conquista y el origen las guerras civiles subsecuentes, como una muerte heroica. Del Busto tenía en mente fundamentar la ideología nacional peruana a partir de la gesta gloriosa de Pizarro. Para ello ya había cumplido con novelar la vida del conquistador en varias biografías.
La muerte heroica es tópico literario inagurado por Homero y Virgilio, apreciado en la literatura de la Antigüedad y continuado en la épica medieval. Cieza, criado en la tradición de los cantares de gesta  y crecido en los ideales del Renacimiento, recurre a él para exaltar al héroe y glorificar su muerte. Sin embargo, no pensaba en convertir a Pizarro en el fundador de una nación, menos aún de una nación que no era la suya. Para Cieza, Pizarro fue un valeroso castellano y no pudo haber sido otra cosa. Del Busto retomó la narración de Cieza pero con otros motivos. Sus motivos pudieron ser lícitos, pero el los pervirtió al ocultarlos. No se ocultan las virtudes sino los defectos. Quizo convertir a Pizarro en el actor principal de una tragedia pero se negó a confesar el carácter fantasioso de su descripción. Desarrolló vívidamente el asesinato empleando recursos retóricos para convencernos que Francisco Pizarro era nuestro héroe fundador.
José Carlos Mariátegui ya había descrito la obsesión que mostraría Del Busto muchos años antes del nacimiento de este autor: la obstinada inclinación a explicarse la historia peruana novelescamente (como lo había hecho Felipe Sassone), la debilidad por buscar héroes forjadores y animadores de una realidad de la cual solo fueron opacos instrumentos. No se tenía ningún interés en investigar los fundamentos de los eventos, sino que toda la atención se le entregaba a las dramatis personae. ¿Qué llevó a del Busto a esta actitud?
Su verdadera pasión era el poder. Del Busto quería justificar un orden, al que Flores Galindo llamó aristocrático y Pease llamó oligárquico. El orden de los amos del Perú, según Malpica. Este poder no solo debía sentirse, sino también verse, pregonarse, mostrarse. Del Busto habla en nombre del grupo de poder, como antes Riva Agüero o Deustua. Proclama el triunfo de los conquistadores y de sus herederos. Además se jactan de ello, hace gala de su hazaña, presume de su valentía. Del Busto entiende el poder no sólo como capacidad de decisión e influencia, sino también como el prestigio inherente a determinadas condiciones individuales o de linaje. El abolengo no existe para guardarlo. Al contrario, el abolengo, la clase, la casta se muestran. Se muestra a los amigos, a los vecinos, a los rivales, incluso a los desconocidos. El abolengo proporciona status. No son simplemente una cadena más o menos real de antepasados sino un elenco de nombres que deben recordarse con avidez. Los escudos de armas están hechos para ser vistos, para ser lucidos orgullosamente y subyugar a los demás. Las epopeyas están hechas para ser cantadas y oídas con admiración.
Del Busto había mantenido siempre una actitud conservadora, reaccionaria, opuesta a cualquier revisión del relato elaborado por Riva Agüero, Belaúnde y Porras Barrenechea. Era conocida su enemistad con las corrientes historiográficas marxistas. Le ofendía que alguien dudara del papel del héroe en la historia. En el recuerdo de Pepi Patrón, él se parecía cada año más y más a Pizarro. ¿Por qué esta identificación, esta mimetización con el conquistador? Del Busto se sintió ofendido el día en que la estatua ecuestre de Pizarro fue retirada de la esquina de la plaza de armas. Acaso, parecerse cada vez más al conquistador lo hacía parecerse menos y menos a los conquistados. Del Busto proclamaba que era un mestizo pero adoptaba, de manera consciente o no, más rasgos españoles. Del Busto desaparece, se vuelve nada, para que resurja Pizarro.
Del Busto era predecible, tenía que mantener la ilusión de Pizarro como héroe fundador del país. Para ello tenía que eliminar todo lo turbio y vergonzoso de su vida. Tuvo que portarse como cualquier otro genealogista mentiroso. Del Busto quería vivir la impostura de Pizarro porque él mismo era un impostor. Me imagino que el hubiera querido un Pizarro joven y atrevido, con gestos épicos, como lo fue Hernán Cortez, pero tuvo que contentarse con un viejo desabrido y mezquino.
Ahora ¿cómo ajustar las con alguien que ya está muerto? Porque Del Busto murió el 2006 y fue a su tumba llevándose su engaño. Yo lo conocí y lo escuche siendo alumno suyo hacia 1990. Del Busto dictaba su curso de la manera más tradicional. Se paraba al frente, investido de autoridad y afamado como el biógrafo definitivo de Pizarro, a quien había dedicado más de una docena de libros, para que nosotros, simples alumnos, neófitos, novatos, ignorantes del tema, tan solo nos sentaramos delante suyo y recibiéramos el don de su sabiduría. El conocía el tema y ninguno de los alumnos estaba en situación de discutir sus afirmaciones. Pero ya entonces yo pensaba que nos engañaba, que ocultaba algo, pero no tenía forma de probarlo. Sabía que me mentía y no tenía medios para desbaratar su impostura.
Hoy si lo puedo hacer, puedo descubrir su falsedad. Sin embargo me doy cuenta que Del Busto no era un extremista, sino un moderado, que había dejado a un lado muchas de las exageraciones y disparates de Riva Agüero y Porras, buscando hacer la narración conservadora de la conquista más aceptable para la mayoría de los peruanos. Del Busto no era un idiota: sabía que debía adaptar el discurso conservador a la nueva situación del país.
Pero volviendo a Pizarro, ¿cuándo nació? Del Busto afirma que en 1478, incluso establece unas posibles fechas entre marzo y abril. Da por válida la fecha del nacimiento de Pizarro establecida en el expediente de la Orden militar de Santiago y la afirmación de Cieza según quien el conquistador murió a los 63 años y dos meses. Esta fecha es aceptada por consenso entre hispanohablantes, pero entre angloparlantes la fecha mencionada como probable es la que da William Prescott, 1471.
La diferencia de años es importante para iluminar el origen de Pizarro. ¿Fue Gonzalo Pizarro el largo el padre de Francisco Pizarro? Del Busto afirma que Francisco Pizarro nació en 1478, hijo de Gonzalo, nacido en 1458. Esto es especulación. Francisco González nació en la década de 1470, hijo de Francisca González Mateos y de padre desconocido. Si la fecha correcta es 1758, Gonzalo debió tener 20 años cuando engendró a Francisco. Francisco debió tener 17 años cuando se enroló en la hueste del Gran Capitán para la campaña italiana de 1495. Pero esto es lo que no se entiende plenamente. La Corona reconoció los servicios del conquistador como soldado en estos reinos y en Italia, del Busto asegura que esto último fue durante la primera campaña del Gran Capitán, ¿pero cómo habría podido enrolarse como soldado? Cuando un capitán convocaba una jornada, a sones de trompeta y a tambor batiente, pedía a los concurrentes su hoja de servicios, su conducta, que ellos guardaban en un tarro de latón lacrado, para tener constancia de su comportamiento en anteriores jornadas. Por principio no se recibía a los menores de 20 años, aunque esta norma no era respetada. Un español famoso, Miguel de Cervantes, se enlistó a los 21. El postulante a sentar plaza de soldado debía demostrar experiencia, debía traer su conducta de jornadas anteriores. Un muchacho que se presentaba al llamado no era registrado como soldado, sino como paje de armas o mochilero, un aprendiz que debía ser entrenado. Si Francisco Pizarro fue soldado en Italia debió tener más de 20 años en 1495. Hay que recordar el reconocimiento de servicios a la Corona anteriores a la campaña italiana ¿Qué ocurre si la fecha de su nacimiento es la mencionada por Prescott? Si nació en 1471 tenía 24 años al comenzar la campaña italiana, pero entonces el supuesto padre, Gonzalo el Largo, lo debió haber engrendrado a los 13 años. ¿Era su padre? Ya se propuesto antes que el verdadero padre del conquistador fue su abuelo Hernando Pizarro. Hernando Pizarro debió nacer antes de 1438, de modo que tenía más de cuarenta años en el momento que nació Francisco. Estaba lejos de ser un anciano, mientras que su hijo Gonzalo todavía seguía jugando. Realmente fue este Hernando quien reconoció al muchacho como miembro de la familia y proveyó sus necesidades del muchacho y quien debió ceder la dehesa donde la joven madre Francisca González se dedicó a la crianza de cerdos. Del Busto menciona que fue en casa de Hernando Pizarro donde los miembros legítimos del linaje conocieron al muchacho. Gonzalo Pizarro nombró a todos sus hijos en su testamento y reconoció a sus hijos extramaritales Gonzalo y Juan, pero nunca mencionó a Francisco. Cuando Francisco Pizarro y los hijos de Gonzalo el Largo se conocieron en Trujillo, más que hermanos parecían tío y sobrinos: al mayor, Hernando, le llevaba 25 años y al menor, Juan, casi 40. ¿Por qué atribuir la paternidad a Gonzalo Pizarro? Porque estamos más dispuestos a tolerar los pecados de la juventud que los de la vejez. Que un joven Gonzalo Pizarro preñara a una adolescente Francisca González lo explicamos por los ardores de la juventud. Pero que un cuarentón Hernando Pizarro se aprovechara de una Francisca adolescente nos parece reprobable.
Son todas estas cosas turbias las que del Busto quiere ocultar. Para él la biografía de Pizarro era nítida: ninguna duda, aunque otros discutan la edad de Gonzalo el largo y la fecha del nacimiento del conquistador. Del Busto sabía detalles de la vida del conquistador que éste mismo ignoraba. Presentó una biografía de Pizarro clara y sin contradicciones, tal como la que mismo conquistador presentó ante la Orden de Santiago. Ambos querían establecer el origen, personal y del Perú, como una narración clara y sin contradicciones. No podía dejar a su personaje en la incertidumbre, sin saber cuando nació o cuales eran sus relaciones parentales. Esto es lo que me molestaba a mi de sus clases y me imagino que igual a los demäs. Del Busto era pedante y arrogantemente exigía que aceptaramos su relato como la verdad absoluta sobre la conquista. Reclamaba como definitiva la narración que la República oligárquica había hecho de la historia de este país y exigía e sometimiento de todos los que se llamaban peruanos a ese relato. Sin embargo mostraba más respeto por los hombres andinos los historiadores oligarquicos que le precedieron, como Porras. En "El árbol del porquerizo" trató de demostrar el origen distinguido y extraordinario del conquistador, emparentándolo con Ciro el Grande, Alejandro Magno y el rey Arturo. Deliberadamente ignoraba que muchas de las genealogías que citaba eran fantásticas y habían sido escritas como elogios y justificaciones de la posicion privilegiada.
En la España del siglo XVI la genealogía jugó un rol principal para legitimar la condición social y las ambiciones personales. La genealogía servía para sancionar el ascenso social y ocultar cualquier deficiencia. La relación del linaje era una forma de sanción social, un instrumento para esconder los defectos de quienes acababan de ascender socialmente. En la actualidad, los abolengos de la nobleza española están contaminados por las fantasías genealógicas de los siglos precedentes. El afán por construir un árbol genealógico debe verse en el contexto español del siglo XVI, una época durante la que la nobleza empezó a basar su preeminencia social en el linaje, en los vínculos de sangre que le transmitían valores del pasado y le permitían proyectarlos hacia el futuro. Las genealogías servían para construir una memoria, mostraba públicamente la gloria del linaje y lo emparentaba con héroes y reyes de la antigüedad.La genealogía confería honor a los miembros de un linaje al vincularlos a un origen glorioso, representado por un héroe fundador y su excelente descendencia. La genealogía proclamaba una historia familiar limpia y gloriosa, justa y legítima.
Para conseguir una historia así la gente mentía. La elaboración de una genealogía falsa se explicaba por el deseo de exhaltar al máximo el linaje como por la necesidad de ocultar un pasado incómodo, perturbador e inadecuado. Una genealogía gloriosa podía ocultar los casos más escandalosos de arribismo social. La falsificación genealogógica inventaba un pasado para legitimar el ascenso social y el éxito, pero también para proteger al linaje de problemas y amenzas. En el siglo XVI esa amenaza eran los Estatutos de Limpieza de Sangre. La España moderna se entregó a la obsesión de separar a los puros honrados y notorios y de señalar a los impuros, manchados, infectos, defectuosos, infames, viles y afrentados. 

La profusión  de los Estatutos de Limpieza de Sangre obligó a las familias nobles y a las que pretendían serlo a realizar continuas probanzas genealógicas para justificar su prerrogativas y hacer valer sus derechos. La Limpieza de Sangre era exigida para desempeñar puestos públicos y eclesiásticos. Los cabildos y las cofradías también pedían Limpieza de Sangre e incluso nobleza. Las universidades eran aún más meticulosas en la demostración de la Limpieza. Las probanzas más exigentes eran las que demandaban las Ordenes militares.

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