Los cuarenta
años transcurridos entre las ejecuciones de Atahualpa, agarrotado
en Cajamarca en 1533, y la de Túpac Amaru, decapitado en Cusco en 1572, están marcados por las guerras
civiles y la resistencia en Vilcabamba. Son estas décadas las que se han
proyectado sobre la historia del país definiendo las relaciones entre
gobernantes y gobernados a partir de la violencia y dirigidas al
sometimiento. El establecimiento de las
encomiendas, los corregimientos y las campañas de extirpación de idolatrías
cimentaron el sentimiento de impotencia de la población andina ante el poder
dominante. La autoridad se volvió sinónimo de imposición. Los conquistadores
llegaron al Nuevo Mundo bajo la sombra de la Reconquista, pero fracasaron en
convertirse en un equivalente de la nobleza medieval.
Las órdenes
de caballería cumplieron funciones sociales, políticas y morales necesarias en
el desarrollo de Occidente. Si se eliminara la caballería se perdería el
sustento de valores fundamentales para
Occidente. El ideal caballeresco exaltó la lealtad, la galantería, el ansia de
aventura y el honor, pero también rasgos intolerantes como la cruzada, la lucha
contra la herejía o la asignación rígida de roles según el sexo. Los caballeros
no eran soldados, ya que los soldados (como su nombre lo indica) peleaban por
una paga. Los soldados no acudían al llamado del deber sino del interés y
podían convertirse en una masa descontrolada dedicada a arrasar, saquear y violar. El
problema de los soldados era que no eran caballeros y no habían interiorizado
los valores de La caballería. En Europa, la caballería transformó la violencia
desordenada de los señores feudales en un conjunto de valores cívicos que
hicieron posible una sociedad pacificada. Es cierto que en el problema del
orden público medieval los caballeros jugaron un rol ambivalente y conflictivo,
ya ellos fracasaban en cumplir con los preceptos caballerescos. Los caballeros
solían fallar en el cumplimiento de los altos ideales de la caballería y en el
respeto al código de honor.
En la
“Relación de la Conquista del Perú”, Titu Cusi Yupanqui, el penúltimo inca,
relata la terca resistencia de su padre Manco Inca y elabora una historia donde
Occidente no es el centro del mundo.
La sociedad
que la Conquista creó fue una sociedad estamental, basada en dos repúblicas
separadas. Las repúblicas de españoles y de indios no eran clases sociales sino
órdenes, construidos a partir de los límites que los hombres debían darse a sí
mismos. Cada hombre debía permanecer en su estado, de manera que la división de
las repúblicas no correspondía a una descripción sino a una topología de la
sociedad, que fija límites a los individuos y fronteras a los grupos. Cada
república señalaba qué estaba fuera de posibilidades de sus integrantes, a
diferencia de las clases sociales que se
definen por oposición y cuestionan constantemente sus límites.
La Conquista fue llevada a cabo por
hombres de todas las condiciones, desde los adinerados, provistos de títulos nobiliarios,
seguros de su ascendencia, hasta gente llana, labradores o villanos. La hueste
estaba formada por hidalgos, artesanos, marineros, campesinos o gente sin
oficio, incluso marginales que esperaba adquirir una mejor condición social. No
faltaron entre ellos escribanos, contadores y notarios. Francisco Pizarro, bastardo
e iletrado, encarnó muy bien la posibilidad de ascenso social que podía
conseguirse en el Nuevo Mundo. Flores Galindo recordaba que la
cuna marcaba todo el derrotero de la vida en la España del siglo XVI y que
los conquistadores solían ser inquietos o marginales aventureros. Ellos
esperaban que sus actos en las Indias les permitieran conseguir aquello que sus
padres no les habían legado.
Antes del establecimiento del virreinato llegaron a
Perú de 5000 a 10000 españoles. De ellos unos quinientos consiguieron
una encomienda. La colonización de América siguió el modelo de la Reconquista:
los conquistadores victoriosos se establecían en las ciudades recién fundadas y
esperaban recibir una encomienda para convertirse en una nobleza con base
territorial, como eran la nobleza en España. Los conquistadores deseaban
encomiendas perpetuas y hereditarias que aseguraran el futuro de sus linajes. Por
ello rechazaron la autoridad de los funcionarios reales en cuanto esta quiso
frenar sus ansías de honra. Este rechazo fue el fundamento de la rebelión de
Gonzalo Pizarro, quien con su deseo de convertirse en un rey del Perú se volvió
abiertamente subversivo. Las guerras civiles de los conquistadores buscaron
dejar en claro quien había sido el beneficiario de la Conquista. La rebelión de
Pizarro dejó en claro el deseo de los conquistadores de convertirse en una
nobleza territorial, aunque esto significara la ruptura con España. Gonzalo
Pizarro buscó establecer una alianza política con la nobleza incaica, pero fue
la Corona la que ganó el apoyo de las
familias reales cusqueñas. La preeminencia social de la nobleza inca fue
aceptada por la Corona, pero gravemente limitada de manera que no tuviera
posibilidad de recuperar el control de sus dominios. Los límites legales
impuestos a lo vasallos de ultramar, indios y españoles, se basaban en la
exclusión: españoles separados de indios, americanos separados de europeos. Los
grupos que surgieron más allá de las definiciones legales carecieron de
derechos. Desde muy temprano se hizo evidente la incompatibilidad entre las
normas legales y las prácticas cotidianas. La ilusión de las dos repúblicas
separadas se desvaneció con la aparición de los mestizos y los criollos,
La prédica
de Bartolomé de las Casas había cuestionado la justicia de la Conquista de
América. Los dominicos secundaron su pedido de dar a los indios un trato humano
digno. Fray Domingo de Santo Tomás había recibido el encargo de Felipe II de
consultar a los caciques peruanos su opinión acerca de la perpetuidad de las
encomiendas. El monarca ya había instruido a su virrey, el conde Nieva,
mediante Cédula Real del 7 de febrero de 1561. Domingo de Santo Tomás convocó tres
reuniones, en las que los curacas declararon su oposición a la perpetuidad de
las encomiendas y ofrecieron pagarlas en oro y plata cuando concluyera su
vigencia, solicitando además la restitución de sus tierras y bienes que habían
sido usurpados por los conquistadores. Rechazaban también la pretensión de los
encomenderos de conseguir jurisdicción civil y penal y pedían permanecer bajo
la jurisdicción directa de la Corona.
Finalmente
la Corona desestimó la causa de los encomenderos. El argumento fundamental
sostenía que la perpetuidad de las encomiendas y su carácter hereditario
generarían un extrañamiento de los encomenderos respecto a España, ya que al
poseer la tierra de forma hereditaria se convertirían en un cuerpo unido y
fuerte en Indias, que al cabo de unos años podría levantarse y no obedecer a
los reyes de Castilla. Aborrecerían ser gobernados por un reino extraño y se
convertirían en enemigos de España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario