martes, 8 de octubre de 2013

El árbol del porquerizo

En "El árbol del porquerizo" del Busto trató de demostrar el origen distinguido y extraordinario del conquistador Francisco Pizarro, emparentándolo con grandes reyes y conquistadores del pasado. Deliberadamente ignoraba que muchas de las genealogías que citaba eran fantásticas y habían sido escritas como elogios y justificaciones de la posición privilegiada de las familias que las habían encargado.
A lo lrgo de todo el proceso de la Reconquista española se desarrolló una obsesión por el linaje, un interés excesivo por exhibir y demostrar la antigüedad y la autenticidad de la propia estirpe. Se elaboró una forma de pensar peculiar de cristianos viejos, que querían remontar su origen a los godos y ubicar su solar nativo en Cantabria. Lorenzo Galíndez de Carvajal afirmaba en 1525 que los compañeros de don Pelayo fueron godos y no villanos, provenientes de las tierras del duque de Cantabria. Al menos debían poder remontarse a los fundadores del condado castellano, a los que nombraba descendientes de los godos: Nuño Rasura, Gonzalo Núñez, Fernán González. La obsesión gótica fue reforzada en el siglo XVI por la difusión de los Estatutos de Limpieza de Sangre. 
En la España del siglo XVI la genealogía jugó un rol principal para legitimar la condición social y las ambiciones personales. La genealogía servía para sancionar el ascenso social y ocultar cualquier deficiencia. La relación del linaje era una forma de sanción social, un instrumento para esconder los defectos de quienes acababan de ascender socialmente. Hasta el siglo XVI, la producción de genealogías se limitaba a unas pocas relaciones de linajes, llamadas nobiliarios. Pero a partir del siglo XVI la producción genealógica aumentó exponencialmente. 
Todo aquel que podía pagar a un genealogista, un rey de armas, quería remontar el origen de su familia a la más lejana antigüedad, borrar cualquier falta, acreditar valiosos servicios a la corona, demostrar el parentesco con la mayor cantidad de linajes reales, venir de los godos, descender de héroes del pasado e incluso de personajes bíblicos. Los genealogistas elaboraban asombrosas etimologías. A los Guzmanes los llamaban descendientes de los godos porque en alemán -man significa hombre y gut- significa godo. 
Diego Matute de Peñafiel Contreras, profesor de teología en la Universidad de Granada, publicó en 1614 una genealogía titulada Prosapia de Cristo, dedicada a Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, valido de su Majestad, Felipe III, donde explica el linaje de Jesús, entroncándolo con el linaje real y con el linaje ducal, de modo tal que el rey de España no solamente descendía de Hércules, sino que tenía como antepasados a la Sagrada Familia, de manera que el Salvador y San Juan Bautista eran sus tataratíoabuelos. Es clara la intención del autor: reforzar la esencia de la monarquía fundamentándola en un origen divino y heroico. 
Siguiendo estos ejemplos, del Busto elabora una fabulosa genealogía de Pizarro que
es mayor de lo que aquí se muestra. Su antigüedad es tan remota que rebasa los límites de nuestra era y penetra holgadamente en la anterior. Y este lujo no se puede dar cualquier genealogía. La de Francisco Pizarro, de este modo, compite con las más antiguas del mundo. A través de la casa principesca de Mamikonian, asciende hasta Ciro II, el Grande, el fundador del Imperio Persa y tronco de los Aqueménides, quien vivió por el año 540 antes de Cristo. Si se probara que este Ciro engendró a su hijo Cambises en su esposa Neit-Iti, se llegaría por esta línea hasta Ramsés II Meyamún, que reinó en Egipto de 1290 a 1223 de la era pre cristiana fue el Faraón del Exodo. 
Las genealogías están llenas de fallas que se originan en sus mismas intenciones: su notorio tono apologético y su reducido horizonte historiográfico. La realidad es que en el siglo XVI muy pocos de los linajes eran capaces de remontar su pasado hasta la Baja Edad Media basados en documentos auténticos, menos aún eran los que podían remontarse hasta el inicio de la Reconquista. En la actualidad, los abolengos de la nobleza española están contaminados por las fantasías genealógicas de los siglos precedentes. El afán por construir un árbol genealógico debe verse en el contexto español del siglo XVI, una época durante la que la nobleza empezó a basar su preeminencia social en el linaje, en los vínculos de sangre que le transmitían valores del pasado y le permitían proyectarlos hacia el futuro. Las genealogías servían para construir una memoria, mostraba públicamente la gloria del linaje y lo emparentaba con héroes y reyes de la antigüedad. La genealogía confería honor a los miembros de un linaje al vincularlos a un origen glorioso, representado por un héroe fundador y su excelente descendencia. La genealogía proclamaba una historia familiar limpia y gloriosa, justa y legítima.
Para conseguir una historia así la gente mentía. La elaboración de una genealogía falsa se explicaba por el deseo de exaltar al máximo el linaje como por la necesidad de ocultar un pasado incómodo, perturbador e inadecuado. Una genealogía gloriosa podía ocultar los casos más escandalosos de arribismo social. La falsificación genealógica inventaba un pasado para legitimar el ascenso social y el éxito, pero también para proteger al linaje de problemas y amenazas. En el siglo XVI esa amenaza eran los Estatutos de Limpieza de Sangre. La España moderna se entregó a la obsesión de separar a los puros honrados y notorios y de señalar a los impuros, manchados, infectos, defectuosos, infames, viles y afrentados. Ya en ese siglo había quienes sabían de esta composición de los orígenes y sacaron a relucir las manchas de los linajes en los famosos libros verdes.
Ya en su propio tiempo, la obsesión gótica y las genealogías fabulosas habían sido criticadas. Las criticó Gonzalo Fernández de Oviedo en las Quinquagenas de la nobleza de España y se burló de ellas Baltazar Gracián en El Criticón. El mismo príncipe de los genealogistas, Luis de Salazar y Castro, reconoció la falsedad de muchos árboles genealógicos.
En su biografía de Pizarro del Busto presentó dos genealogías. En la genealogía inicial desconoce el nombre del primer Pizarro que se avecindó en Trujillo y empieza con Gonzalo Sánchez Pizarro, hidalgo que vivió por 1310 y casó con una Añasco de nombre también desconocido. Sin embargo en la genealogía final llega al delirio en el intento de ennoblecer la figura del conquistador. Menciona a más de 600 antepasados, identificados plenamente, muchos de ellos famosos actores de la historia, pero otros son ascendientes nebulosos, legendarios o ficticios. Quiso hacer de la genealogía de Pizarro una de las más antiguas del mundo. Pone como sus antepasados a Ciro el Grande; a uno de los reyes magos que adoró a Jesús en Belén; al rey Arturo (el mismo monarca legendario del ciclo artúrico de los caballeros de la Mesa Redonda); de Meroveo, rey de los francos; de Carlomagno, el emperador de la barba florida; de los reyes Capeto; de los reyes de Escocia; de los reyes godos de España Leovigildo y Recaredo; y del Cid Campeador. Claro que del Busto no dice que la fabulosa genealogía que ha construido es la Sevilla López de Carvajal.
Sevilla López de Carvajal ocupa el número XXXVI del árbol del Porquerizo: del Busto la hizo esposa de Diego Hernández Pizarro por 1427, madre de Teresa Martínez Pizarro (XXXVII), bisabuela del conquistador. Afirmó que había nacido del matrimonio de Mencia González de Carvajal (XXXV) con Alvar García de Bejarano (nacido por 1300), primer señor de Orellana la Nueva por 1375. En el árbol del Porquerizo está precedida por Sevilla López de Villalobos (XXXIV), quien casó con Diego González de Carvajal, pero del Busto no refiere cuál es el vínculo entre las dos: no dice que Mencia González de Carvajal (XXXV) sea hija de Sevilla López de Villalobos (XXXIV) ni que Sevilla López de Villalobos (XXXIV) sea abuela de Sevilla López de Carvajal (XXXVI). Llama la atención que Sevilla López de Carvajal (XXXVI) se haya casado por 1427 cuando su padre Diego González de Carvajal (XXXV) había nacido por 1300. ¡Esta generación duró 127 años!
Antonio Adámez Díaz en Documentación Histórica sobre la Nobleza de Trujillo anotó que Sevilla López de Carvajal (XXXVI) fue hija de Sevilla López de Villalobos (XXXIV) y de Diego González de Carvajal, y hermana de Mencia González de Carvajal (XXXV), que casó con Alvar García de Bejarano, primer señor de Orellana de la Sierra por 1375, teniendo como hijos a Alvaro de Carvajal, Garci López de Carvajal y Gómez González de Carvajal. Esta Sevilla López de Carvajal (XXXVI) casó con Alonso García de Vargas y fue madre de Isabel de Vargas. Ellas fueron del linaje de Carvajal, mientras que los Pizarro fueron del linaje de Altamirano. La bisabuela del conquistador, Teresa Martínez Pizarro (XXXVII) podría ser hija de una homónima. 
La confusión aumenta cuando se revisa la Historia Genealógica de la Casa de Lara y se encuentra que Mencia González de Carvajal (XXXV), hija de Sevilla López de Villalobos (XXXIV) fue segunda mujer de Alvar García de Bejarano señor de Orellana de la Sierra, que llaman la Nueva, y madre de Sevilla López de Carvajal (XXXVI), señora de Valero, que casó por primera vez con Diego Fernández Pizarro y por segunda vez con Alonso García, señor de Valhondo, del consejo del rey Juan II (rey de Castilla entre 1406 y 1454). Pero el único hijo mencionado del primer matrimonio de Sevilla López de Carvajal (XXXVI) fue Alvaro Pizarro, que casó con María Ximénez de Paredes. Sus otros hijos fueron: Juana Sánchez, María Alfonso de Vargas, Diego González de Carvajal (arcediano de Plasencia) y Gracia de Carvajal. Del Busto calla su segundo matrimonio. La Genealogía de la Casa de Lara no menciona como hija suya a ninguna Teresa Martínez Pizarro (XXXVII), aunque en la primera genealogía de Francisco Pizarro, del Busto la hace hermana de Alvaro Pizarro. Pero las hermanas de Alvaro Pizarro se casaron de la siguiente manera: Juana Sánchez casó con García Paredes, María Alfonso de Vargas casó con Diego Alvarez Dávila (señor del valle de la Pavona) y Gracia de Carvajal casó con Juan Gaytán (señor de la Oliva). Ninguna de ellas casó con Hernando Alonso de Hinojosa, muerto por los caballeros Coraxo.
El problema se complica más cuando del Busto afirma que Sevilla López de Villalobos (XXXIV) fue hija de Garci López de Villalobos (XXXIII) y que nunca se conoció el nombre de su madre y que casó con Diego González de Carvajal el Bueno. Porque otros hacen a Sevilla López de Villalobos (XXXIV) hija de Inés Alonso de la Cerda, de la casa real castellana, y de Fernando Rodríguez de Villalobos. Esta Sevilla López de Villalobos (XXXIV), de la casa de Lara, es casi abuela universal de toda la antigua nobleza de Extremadura pero no es antepasado de Teresa Martínez Pizarro (XXXVII). Estos datos están consignados en el Nobiliario Genalógico de los Reyes y Títulos de España de Alonso López de Haro. 
Del Busto aprendió debidamente la lección de las genealogías: son ficciones y confusión. Como reconoce López de Haro: que no hace memoria de ellos por no tener ajustadas sus descendencias.
Un buen ejemplo de la labor aduladora de los genealogistas se encuentra en la Casa de Mendoza. La estirpe de los Mendoza provino de la localidad de Mendoza, en Álava, en el País Vasco. Los Mendoza entraron al servicio del rey de Castilla Alfonso XI a principios del siglo XIV y acabaron así las peleas que habían sostenido con otras familias nobles alavesas, como los Ayala, los Velasco y los Orozco. 
Los Mendoza tuvieron un origen bastante modesto. Habían sido hidalgos dueños apenas de una torre en una pequeña aldea de Álava. Decían descender de los Reyes de Navarra y del Cid Campeador, a través de una hija suya casada con el rey Ramiro Sánchez. También pretendían descender de Laín Calvo, abuelo del Cid y Juez en Castilla. 
Dejaron su solar en Álava para establecerse en Guadalajara, en Soria y en Cuenca. Con los años fueron aumentando sus posesiones y poder, especialmente la rama familiar de Guadalajara, que se benefició de su alianza con los Trastamara. 
Los Mendoza hicieron todo para exaltar los orígenes de la familia, ocultando o modificando documentos. Este es el caso del Gran Cardenal Mendoza, que logró para su primogénito el título de "conde de Cid", en reconocimiento a la gesta de su descubierto antepasado, el Campeador. 
Este afán corrector de las genealogías se observa en las propuestas por Arteaga, Moxó, Gutiérrez Coronel, García Carraffa y Salazar y Castro. Todas ellas muestran notorias discrepancias en los antepasados hasta el siglo XII. La rama principal de los Mendoza de Llodio se extinguió en el siglo XIII. Después ocurrió el ascenso de la rama secundaria de Mendivil, poseedora de la torre de Mendoza. Esta rama se dividió en dos: los Mendoza de Almazán, en Soria, y los Mendoza de Guadalajara, cuya rama dominante fueron los Duques del Infantado. 
Los genealogistas a sueldo de los Mendoza entroncaron a la familia con la realeza castellana, ubicando su origen en la reina Urraca. Urraca de Castilla, hija de Alfonso VI el Bravo y de Constanza de Borgoña, había casado con el conde Ramón de Borgoña. La pareja principesca castellana procreó a Alfonso VII, pero la reina Urraca enviudó y su padre Alfonso VI la unió con Alfonso I de Aragón. Este matrimonio fue disuelto por consanguinidad, ya ambos eran bisnietos de Sancho Garcés III de Pamplona, en 1114. Otros aseguran que la boda con Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, tenía por objetivo unir ambos reinos. Al morir Alfonso VI, Urraca heredó el trono pero el Batallador usurpó sus prerrogativas y comenzó a gobernar en Castilla como rey propio, no como rey consorte. La reina Urraca fue encerrada en la fortaleza de Castellar, pero logró huir con la ayuda de los condes castellanos Gómez de Candespina y Pedro González de Lara. El rey fue en su persecución, derrotando a los castellanos en Candespina, donde murió el conde de Candespina, amante de la reina. Ella siguió su fuga a Galicia acompañada por Pedro González de Lara, que unos llaman su amante y otros su esposo. 
La reina y el conde tuvieron un hijo ilegítimo (aunque Salazar y Castro dice que fue legítimo), Fernán Pérez de Lara. Algunos genealogistas afirman que la reina parió en la misma torre de Mendoza. Este niño fue ocultado de la gente y por eso se le llamó “Hurtado”, debido a su bastardía. Se hizo conocido como Fernán Pérez Hurtado. Fue Ricohombre y Señor de Escarrona, y Mayordomo Mayor del Rey de Castilla, Sancho “el Deseado”. Se casó con Guiomar Alonso, engendrando a Pedro Fernández, que fue primer Maestre de la Orden de Santiago, y a Leonor Hurtado, Señora de Mendivil. Esta última se casó con Diego López de Mendoza y formaron el linaje de los Hurtado de Mendoza. 
Sin embargo, salvo las afirmaciones de los genealogistas de los Mendoza no existe ningún documento que pruebe la relación entre Fernán Pérez de Lara y ellos. Este relato sirve para exaltar a la familia y asegurar su origen regio.
El relato de la Conquista hecho por del Busto cumple la misma función que estas genealogías: consagrar los privilegios de los poderosos. Pizarro era el héroe para del Busto, pero necesita ante él a Atahualpa descrito en su majestad de soberano para resaltar su preeminencia. A diferencia de Riva Agüero y de Porras, ya no hablaba de la absoluta bendición que fue la llegada del cristianismo a los Andes, pero seguía afirmando la Verdad proclamada por los sectores más conservadores y reaccionarios. El Perú era el resultado de la gesta de titanes: los conquistadores, los próceres de la Independencia, los héroes de la guerra del Pacífico. El Perú no era obra de la gente común ni podía ser cambiado por ella. Tal como había afirmado Alejandro Deustua, las masas populares no tenían nada que ver con el gobierno del país. Nuestros actuales líderes debían provenir de una aristocracia y alcanzar la talla de los gigantes que habían forjado esta nación.

7 comentarios:

  1. Acabo de descubrir tu blog y creo que voy a seguirlo. Te agradeceria muchisimo que me ayudases a encontrar el libro " El arbol del porquerizo". He estado buscandolo por internet y no logro encontrarlo. Un saludo y gracias.

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    1. El libro fue publicado por la Universidad Católica en el 2001 y está en la biblioteca de la universidad. Al final de su biografía en dos tomos de Pizarro del Busto extracta "El árbol del porquerizo". Esta biografía está disponible en librosperuanos.com

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  2. En definitiva, no le creo nada a nadie!!

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  3. gracias por la información! Lamentablemente en librosperuanos.com no he logrado conseguirlo, y desde España
    me va a ser difícil conseguirlo a la universidad de Lima!! Sabéis otra manera de poder conseguirlo? Muchas gracias!

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. La única alternativa que se me ocurre es enviar la referencia del texto a un correo electrónico

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  6. Pues me sería de muchisima utilidad, podrias enviarmelo a mariacuellarpaz@gmail.com
    Te estaría muy agradecida la verdad...
    Un saludo y muchisimas gracias.

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