lunes, 14 de abril de 2014

El reino milenario de los franciscanos

San Francisco de Asís fue el símbolo de la renovación religiosa del otoño de la Edad Media. Estableció un nuevo modelo de santidad, en el que la renuncia a los bienes materiales era un condición necesaria para consagrar la propia vida a Dios. Nació en el corazón mismo de la cristiandad occidental, en Italia central, en un momento en que la Edad Media se agitó y cambió su cultura y su sociedad.
Francisco imitó el ejemplo de Cristo. Como el Salvador y sus apóstoles, él y once seguidores peregrinaron a Roma para solicitar al Papa la aprobación de una regla de vida. Esta fue aprobada por el papa Inocencio III en 1209. En 1223, el papa Honorio III emitió una bula por la que estableció a los Hermanos Menores como una orden formal católica. La Orden franciscana estaba formada, en gran parte, por hermanos legos, pero, un siglo después de su muerte era una Orden docta y clerical, con miles de miembros que servían a la Iglesia en actividades pastorales, misioneras, diplomáticas, ecuménicas y universitarias. 
Francisco reiteró como última voluntad su vocación por la pobreza y el servicio a los demás. Pero a través de bula de 1230, el Papa Gregorio IX declaró que el testamento de Francisco de Asis no obligaba a los integrantes de su orden. Por lo tanto, aunque les estuviera prohibido poseer bienes, podían aceptar donaciones y administrarlas para sus necesidades. Inocencio IV en vuela de 1245 autorizó a los franciscanos para recurrir al nuncio apostólico y declarar cuales eran sus necesidades materiales, siendo los bienes que empleaban propiedad de la Santa Sede.
En 1250, el papa Inocencio IV buscó tutelar la labor pastoral de los Hermanos Menores, declarando conventuales sus iglesias, es decir, dándoles la misma prerrogativa que las colegiatas. Los frailes, sin embargo, no recibieron tal denominación hasta la segunda mitad del siglo XIV, para distinguirlos de aquellos que se retiraban a ermitas, en busca de una observancia más fiel de la Regla. Este fue el origen de la división que sancionó León X en dos grupos: conventuales, autorizados a poseer bienes comunales, y observantes, quienes seguían los preceptos de Francisco lo más literalmente posible, que se convirtieron en la rama principal de la Orden. 
La orden franciscana fue sensible a la inquietud de su tiempo. Ella misma había producido en el siglo XIII el inquieto movimiento de los fraticelli. Este grupo disidente terminó por ser separado de la orden durante los siglos XIV y XV. Los disidentes mantenían opiniones extremas respecto a la pobreza. Uno de los primeros grupos divergentes, denominados franciscanos celestinos, celantes o espirituales, practicaban un ascetismo riguroso. Fueron partidarios de una pobreza radical, indiferente a las interpretaciones pontificias, hasta el extremo de acusar a la Orden de relajación en el Concilio de Vienne (1311-1312) y de negar al Papa el derecho a interpretar la Regla. Fue por ese motivo que el grupo fue acusado de herejía y la orden fue suprimida por el papa Juan XXII en 1317. Como respuesta, los espirituales declararon que eran la única orden católica verdadera, dando a entender que el resto de la Iglesia era hereje y que las bulas papales no tenían valor. 
Los espirituales utilizaron los escritos de Joaquín de Fiore para desafiar la autoridad papal. Durante la Edad Media se atribuyó a Joaquín de Fiore muchas obras, pero actualmente solo se acepta por auténticas tres de ellas: Concordia dell'autentico e nuovo TestamentoCommento all'Apocalisse y Salterio delle dieci corde. Sin embargo, libros apócrifos como los Vaticinia Pontificum y los comentarios a las profecías de Cirilo, Merlín y la Sibila Eritrea tuvieron gran fama y difusión.
Joaquín de Fiore fue un teólogo influyente y apreciado. Elaboró una interpretación de la historia a partir de la exégesis bíblica y describió su desarrollo como un ascenso en tres edades sucesivas, presidida cada cual por una de las personas de la Trinidad. La primera edad fue la del Padre, o de la Ley. La segunda edad fue del Hijo, o del Evangelio. La tercera edad fue del Espíritu. La primera edad fue gobernada por el temor y la servidumbre; la segunda edad fue gobernada por la fe y la sumisión filial; la tercera sería gobernada por el amor, la alegría y la libertad. La tercera edad sería el reino milenario profetizado en el Apocalipsis.
Joaquín de Fiore calculó la duración de las edades. En el evangelio según San Mateo se listaba las 42 generaciones transcurridas entre Abraham y Jesús, por lo cual otras 42 generaciones debían pasar para la llegada de la edad del Espíritu. Según sus cálculos, la culminación de la historia humana debía ocurrir durante el siglo XIII.
Entre los franciscanos se habían manifestado dos tendencias incluso en vida de su fundador: unos buscaban la imitación perfecta de Cristo, practicando la pobreza absoluta, viviendo de la caridad y del trabajo manual; otros no creían posible la perfección y aceptaban una pobreza relativa. Algunos franciscanos, los llamados espirituales, profesaban las ideas de Joaquín de Fiore y creían en la profecía de una nueva edad, que se realizaría en 1260. Los espirituales seguían fervientemente la regla de San Francisco y se consideraron elegidos para anunciar el fin del mundo. Ellos se negaron a aceptar cualquier atenuación en la regla de Francisco. Comentaron y difundieron las profecías de Joaquín de Fiore, incluso le atribuyeron nuevas profecías y desarrollaron una escatología en la que se presentaron como la nueva orden llamada a reemplazar a la Iglesia Romana y a conducir a la humanidad hacia la gloriosa edad del Espíritu.
La corriente franciscana espiritual fue encabezada por fray Angel Clareno y después por fray Ubertino de Casale. Se constituyeron en la facción dominante cuando el joaquinista Juan de Parma fue general de la orden entre 1247 a 1257.
Pierre Jean Olieu nació hacia 1248 en Sérignan. A los doce años de edad ingresó al convento franciscano de Béziers. Posteriormente estudió en París con William of Mare, John Peckham y Matteo d'Acquasparta. Ganó renombre por su saber y tomó parte en la elaboración de la constitución Exiit qui seminat del papa Nicolás III, que la interpretación de la Regla franciscana. Después se estableció en el estudio general de Montpellier. Desde aquí impartió lecciones marcada por su incondicional adhesión al proyecto de Francisco de Asís, a pesar de las persecuciones y las censuras y entredichos. Murió en el convento de Narbonne el 14 de marzo de 1298, rodeado de veneración. 
Olieu estuvo entre los franciscanos que desarrollaron las ideas de Joaquín de Fiore. Dividió en siete edades la historia de la Iglesia. A su entender, se vivía ya la sexta edad, cuando los fieles al Señor guiados por los franciscanos conformaban la Iglesia espiritual que sería perseguida por la Iglesia carnal.
Ubertino da Casale fue la gran figura del movimiento espiritual. Había nacido en Casale Monferrato en 1259 y se unió a la orden en Génova hacia 1273. Viajó para estudiar en París, donde estuvo casi diez años. Cuando regresó a Italia Juan de Parma era el superior de los franciscanos. Se estableció en el convento de la Santa Cruz de Florencia, donde fue discípulo de Olieu. Después de cierto tiempo abandonó su puesto en Santa Cruz para predicar por Toscana. Ubertino se convirtió en la cabeza visible de los espirituales. Los miembros más fanáticos del movimiento franciscano, los fraticelli, desafiaron la autoridad papal, lo que condujo a acusaciones de herejía a los hermanos espirituales. Ubertino fue reprendido por sus ideas y obligado a retirarse a una abadía lejana. Años después fue llamado a Aviñón para debatir con otros franciscanos sobre las disensiones que partieron en dos a la Orden de los Hermanos Menores. La doctrina espiritual fue reprobada. Ubertino tuvo que abandonar la orden y retirarse en esta vez a un convento benedictino. Dado que no abjuró de sus ideas, fue excomulgado por el papa Juan XXII, y tuvo que huir a Alemania, buscando la protección de Luis IV de Baviera. No se conoce el final de Ubertino. Es posible que abandonara a los benedictinos en 1332 y que haya muerto asesinado.
El concilio lateranense de 1215 condenó las tesis trinitarias de Joaquín de Fiore. En 1255 Alejandro IV condenó L'introduttorio all'Evangelo eterno de Gerardo de Borgo San Donnino. Gerardo de Bogo sostuvo que Joaquín de Fiore había predicado que el evangelio eterno sería anunciado por el ángel del sexto sello del Apocalipsis y comenzaría la tercera edad de la humanidad. Este ángel anunciador era Francisco de Asís, a quien reconocían por los estigmas de Cristo. La orden franciscana era la encargada de predicar el fin del mundo y de la iglesia y debía conducir a la humanidad al milenio. Alejandro IV no llegó a condenar expresamente las doctrinas joaquinistas, pero intentó reprimir su influencia. Juan de Parma, fue destituido y su sucesor, San Buenaventura logró la salvar a la orden de la condena por herejía. Los franciscanos espirituales fueron perseguidos y apresados.
El milenarismo rebrotó con la fundación de la secta de los frailes apostólicos, por Gerardo Segarelli en Parma hacia 1260. Segarelli predicó la pobreza y la penitencia según el espíritu joaquinista. Esperaba que el inicio de la era del Espíritu Santo. Sus seguidores se esparcieron por Italia. Fueron condenados y perseguidos a partir de 1286. En 1300, el mismo Segarelli fue quemado vivo por la Inquisición bajo el cargo de herejía.
Liberada de los elementos más extremistas, la orden franciscana se extendió por Europa, construyendo conventos, recibiendo donaciones y tomando parte principal en la enseñanza universitaria. La orden se separó en distintas reformas, aunque puede describirse dos cuerpos principales: conventuales y observantes. En España solo persistieron los franciscanos observantes, ya que los conventuales fueron suprimidos por los Reyes Católicos a principios del siglo XVI. A comienzos del siglo XVI se formó la comunidad capuchina, de observancia estricta. 

Las comunidades franciscanas en el otoño medieval habían abandonado la violencia milenarista, pero no el milenarismo. Seguían esperanzados en la realización de la edad del Espíritu. Por eso recibieron auspiciaron a Cristóbal Colón y  recibieron con júbilo l noticia del descubrimiento del Nuevo Mundo.  
La conquista de América se llevó a cabo bajo las señales del fin de los tiempos. Europeos imbuidos de ideas milenaristas, como eran los franciscanos, creían en la inminente renovación del cristianismo y regeneración del mundo. En el Nuevo Mundo se cumpliría el mandato evangélico de predicar a todos los pueblos del orbe. Tras la conversión de los paganos vendría el fin de los tiempos. 
Los franciscanos pasaron a América en el primer viaje de Colón. Se establecieron en la isla de La Española en 1500. Fueron también los primeros en llegar al continente, a Tierra Firme, en 1524, y se extendieron por el virreinato de Nueva España y el virreinato del Perú a partir de 1541. La orden franciscana llegó a Perú poco después de la muerte de Atahualpa. El primer franciscano en arribar fue Marcos de Niza, y poco después Jodoco Ricke, Pedro Gosseal y Pedro Rodeñas. El primer convento de la orden en los Andes se fundó en Quito en 1533, el segundo convento se creó en Lima. Para 1548, los franciscanos también se habían establecido en Trujillo y Cuzco. En 1542 llegó una misión conformada por doce franciscanos, originando la provincia peruana de los Doce Apóstoles. Los miembros de la orden franciscana se dedicaron a misiones populares, conviviendo con los indios y buscando enseñar con el ejemplo. Fray Luis Jerónimo de Oré escribió el Símbolo católico indiano en 1588, que incluye una gramática en quechua y aimara, una descripción geográfica del Perú y un estudio sobre las costumbres antiguas, en un intento de acercarse a las poblaciones autóctonas. Oré también escribió un ritual de oraciones en lenguas nativas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario