Educado dentro de la tradición occidental y en límites del racionalismo, Flores buscó como alternativa una racionalidad andina. Para Flores, el hombre andino había sido especial, no había sido parte del mundo de los europeos, sino que se encontraba frente a él y había creado un mundo propio, autónomo. La confrontación con Occidente llevó al hombre andino a ser incluido en una jerarquía de valores traídos por los españoles, pero el país nacido de esta confrontación quedó fuera de esta serie de valores. El hombre andino no pertenecía simplemente al mundo creado por los conquistadores, el Nuevo Mundo, sino que desempeñaba una función propia, derivada de alguna forma de los valores anteriores a la Conquista. Los valores anteriores se fundamentaron en una racionalidad anterior.
La definición de racionalidad andina seguía en presunciones. En relación a la definición de racionalidad andina existen varias posturas. Una primera planteaba que no existía una racionalidad andina autónoma, entendiendo la racionalidad como un sistema de pensamiento caracterizado por coherencia lógica, relación con la realidad y diálogo cooperativo. La racionalidad debía entenderse como un sistema único, por lo que no cabía plantear la dicotomía entre racionalidad andina y racionalidad occidental. Otra postura afirmaba que la racionalidad no era única, sino múltiple. Existían diferentes sistemas simbólicos a los que llamar racionalidad, entre ellos la racionalidad andina.
La racionalidad puede entenderse en dos sentidos: tanto lo que es como lo que debe ser (la razón pura y la razón práctica de Kant). De esa forma debía entenderse la obligación que Flores buscaba en la acción. El entendió la incitación de la racionalidad andina para convertir su utopía en una realidad eficiente por la concordancia que se encontraba entre los acontecimientos narrados y la razón que los explicaba. Flores pensaba que en la sociedad y la historia se hallaba una dimensión del acontecer de la verdad. En ese sentido Flores hacía una metafísica de la sociedad y de la historia que iba más allá del sentido individual, pues los individuos siempre están condicionados por la sociedad en la que viven y la historia en la que se han formado. Flores Galindo intentó la comprensión de una época a partir de lo subjetivo y lo personal.
Para Flores, el hombre andino aparecía frente al mundo objetivamente dado como un sujeto contemplativo, no como un ser al que se le pudiese atribuir un valor mayor o menor dentro del mundo, sino como el sujeto que determinaba los valores. Solamente cuando se llevaba al mundo hacia el plano de la conciencia contemplativa, el hombre andino lograba trascender el mundo. Lo único que escapaba a los condicionamientos históricos y sociales es la naturaleza. Pero como especie natural, el hombre resultaba aún menos un individuo singular. La metafísica había sido la empresa de crear un espacio espiritual para el hombre, pero ese espacio se volvió exiguo, cercado por la necesidad histórico-social y la necesidad natural. Ante los desafíos que afrontaba el hombre andino, Flores Galindo secularizó la promesa metafísica de redención a través de un nuevo mito, por el que interpretó la historia como un desarrollo hacia lo superior, hacia una sociedad donde se desarrollaran plenamente los derechos de los hombres, la libertad, la justicia y la dignidad humana.
Como todo hombre, el andino estaba sometido al destino. En ese sentido estaba engarzado en el mundo, pero como sujeto contemplativo se desarrollaba más allá de lo que pudiera ocurrirle en su vida y a los condicionamientos históricos y sociales.
El concepto de racionalidad era fundamental en la concepción del mundo de Flores Galindo. La racionalidad andina era la explicación particular y específica de la historia del Perú. Flores no entendía esta racionalidad como un término metafísico, sino como los esfuerzos intelectuales y materiales por lograr una vida libre y digna. En cierto modo, Flores glorificaba la racionalidad andina y derivaba todos sus conceptos de esta idea. Flores cuestionó la identificación que se hacía entre razón, verdad y realidad para justificar el mundo creado por la irrupción de Occidente y buscó recuperar el poder revolucionario de la razón a través de la formulación de una alternativa, la racionalidad andina. Mediante ella, el mundo andino en que estábamos viviendo podía ser comprendido, transformado e incluso subvertido para poder volver a ser lo que fue y llegar a ser lo realmente era.
Flores se reveló hegeliano, ya que percibía la existencia del hombre centrada en su pensamiento. Centrado en éste, el hombre construía el mundo de la realidad. Como en toda utopía, en la utopía andina subyacía la idea de que el pensamiento debía gobernar la realidad.
Mediante la utopía andina, los indios sometieron la realidad a las normas de su racionalidad, de su forma de concebir el mundo. Los hombres andinos buscaron organizar la realidad de acuerdo a las normas de su racionalidad, para rechazar la obligación de adecuarse al orden existente. La utopía andina les reveló sus potencialidades y las de su propio mundo. A través de ella los hombres afirmaron que no estaban a merced de los hechos, sino que eran capaces de enfrentarlos y transformarlos. La utopía andina puso al descubierto la injusticia que existía en el mundo tal como quedó establecido después de la Conquista. A través de la utopía andina Flores descubrió que la historia había sido una constante lucha por la libertad y la justicia. Sin embargo, lo que había prevalecido era la opresión y la desigualdad. Los hombres andinos carecían de libertad y se hallan privados de su heredad. El mundo en que habían vivido había sido trastocado y violentado. En consecuencia, esta realidad en que ellos vivían no era racional y debía ser alterada para ajustarse a la racionalidad, debía regresar al momento en que había sido correcta. Por ello la utopía andina demandaba que se reorganizara el orden social, se aboliera la servidumbre y desapareciera el desprecio por lo indio.
La utopía andina afirmaba el poder de la racionalidad andina y de aquellos que creían en ella. Esta racionalidad debía gobernar la realidad. Lo que el hombre andino pensaba que era bueno, justo y verdadero tenía que ser llevado a la práctica en la sociedad real. Para poder afirmar la validez de la racionalidad andina, para que ella no ser revelase como una opinión sino como un principio universal, Flores Galindo, al igual que Mariátegui, la había entroncado dentro del socialismo y de esa manera dentro de la tradición de la filosofía occidental que creía en principios y conceptos objetivos. La racionalidad andina y la utopía andina se volvían en figuraciones del socialismo como principio rector de la realidad.
La utopía andina se debía revelar como una fuerza histórica objetiva, que liberaría a los Andes del sometimiento y la servidumbre. En virtud de su propia racionalidad, la utopía andina terminaría imponiéndose sobre la irracionalidad social creada por la Conquista española y derrocaría toda opresión.
Es cierto que Flores Galindo dejó de creer que la razón se mostraría inmediatamente en la práctica. La racionalidad andina solamente podía gobernar el mundo si éste se volvía hacia ella. Esta racionalidad se volvería posible cuando los hombres se compenetraran con la historia del mundo andino. En ese sentido la realidad se convertiría en la realización del hombre. El Perú se manifestaba como una confrontación de fuerzas opuestas. El hombre andino no solamente identificaba a un sujeto concreto, sino a un modo de existencia que estaba desarrollándose por sí misma en un proceso antagónico. El hombre andino progresaba revelando sus contradicciones. El hombre andino era andino siempre que permaneciera como tal pero también siempre que se mantuviese frente a todo aquello que actuara sobre él. Se volvía conciente de sus potencialidades y se autodeterminaba en un proceso de conversión, ya que solo él tenía una comprensión verdadera de su potencialidad. Aquellos que veían al mundo andino desde fuera de su propia racionalidad eran incapaces de comprenderlo. La vida misma del mundo andino se configuraba a partir de su racionalidad. Pero la racionalidad andina exigía libertad, exigía poder actuar de acuerdo a su conocimiento de la realidad y poder dar forma a la realidad de acuerdo a sus potencialidades. El cumplimiento de los fines de la utopía andina pertenecía solamente al hombre andino que fuese dueño de su propio desarrollo y que comprendiese su potencialidad.
La utopía andina culminaría en la libertad y la libertad debería ser la existencia misma del hombre andino. La racionalidad andina existía solamente a través de su realización, del proceso de convertirse en real. La utopía andina se revelaba como la lucha constante del hombre andino por comprender la realidad en la que existía y transformarla de acuerdo a la racionalidad que él poseía. Esta racionalidad era esencialmente una fuerza histórica. Su realización se cumplía como un proceso en la historia del Perú. El proceso histórico era considerado como un progreso racional y no como una sucesión de actos y acontecimientos. La historia se revelaba como una lucha para adaptar al mundo a las potencialidades de la utopía andina.
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