jueves, 17 de abril de 2014

Los mitos y los sueños

Buscando que sus sueños se encuentren con la historia y que de esa manera la imaginación subvierta la realidad.
Flores trató a los mitos y a los sueños al mismo nivel: los relatos míticos poseían la misma capacidad de síntesis y condensación que los sueños. La versión de la historia del Perú que había consagrado la República aristocrática era una pesadilla, que transcurría linealmente, no como un relato cíclico, y sin posibilidad de cambio. Este relato no ofrecía arquetipos pero había significado para el Perú la invención de la historia, hecha a partir del cristianismo y de la herencia hispana. No había necesidad de eterno retorno en este mundo cristiano y occidental.
Kuhn había planteado que la creación de un paradigma era necesaria para interpretar los fenómenos, al modo de la revolución copernicana. Kuhn no pretendía la superioridad moral de una explicación sobre otra, ya que consideraba que las teorías científicas eran fundamentalmente inconmensurables. Sin embargo, Flores Galindo creía que su explicación era moralmente mejor que la planteada por los historiadores tradicionales, e incluso era una genealogía de nuestra propia moral. En sentido Flores era heredero de Nietzsche y luchaba por la perpetua apropiación de la superioridad del vencedor, siempre con la esperanza de que finalmente el mundo andino triunfaría.
Debido a que se consideraba como algo imaginario, lo utópico ha sido entendido como quimérico. Esta concepción resultaba evidente cuando se hablaba de socialismo utópico y socialismo científico. Pero lo que había sido olvidado con esta definición de términos era el carácter científico de la utopía en su origen. Regresando a este origen, se consideró como primera utopía aquella que describía Platón en La República, tal como lo planteó el mismo Moro. Sin embargo, la verdadera utopía de Platón estaba en Las Leyes. En los Andes, la utopía tuvo su primera aparición como un negativo en los escritos de Domingo de Santo Tomás, que describió al mundo real como cruel y malvado, gobernado no por la justicia sino por el ansia de riqueza:
Avra quatro años que, para acabarse de perder esta tierra, se descubrió una boca del infierno por la qual entra grand cantidad de gente, que la cobdicia de los españoles sacrifica a su dios, y es una mina de plata que se llama Potosí” (Domingo De Santo Tomas, en carta del 1º de julio de 1550 en Charcas, Bolivia; Archivo General de Indias, Charcas 313).
Al final de La República, Platón describió la dificultad para pasar del mundo de las ideas al mundo sensible. Era el caso de un pintor que, después de haber delineado el modelo de un hombre perfectamente bello era incapaz de demostrar que un hombre así pudiera haber existido. Sin embargo, cuando se describía una sociedad ideal no era necesario que la sociedad real coincidiera en todos sus aspectos con ella, bastaría que se aproximara al ideal, porque las palabras expresaban más que el hecho y lo real quedaba por debajo de la verdad. Platón, en la Carta Séptima, confesó su desencanto por la política, sin embargo no renunció a su programa de acción, por que la utopía no era una quimera, sino un pensamiento plausible. Flores Galindo hacía esto al describir la utopía andina. En Las Leyes Platón rebajó las exigencias de la filosofía, mientras que Moro aumentó las pretensiones de la utopía: ella transformaba completamente el mundo. Moro hizo la crítica de su sociedad a partir de la philosophia Christi. No fue conducido por su discurso a una invisible y celestial ciudad de Dios, sino a un mundo real y terrenal, Utopía. Flores Galindo hizo lo mismo. Buscando un Inca se reveló como indignación por la opresión y marginación y como indagación moral y política. Protestaba contra la sociedad impuesta en los Andes por la Conquista, que había alterado entre lo racional y lo irracional. En contraste con los aspectos oscuros e injustos de esta sociedad, el reino de la utopía, de lo irracional, se convirtió en el país de lo verdaderamente racional. La imaginación de esta utopía buscaba liberar las potencialidades de los hombres. Sin embargo, Flores mismo se preguntaba en qué medida liberar a la imaginación no suponía una regresión de las habilidades aprendidas de Occidente y la perpetuación de la sociedad represiva.
La noción de utopía andina variaba a lo largo de la obra. Flores entendía cosas diferentes al mencionarla. El tema se planteó en un inicio con la confrontación con Occidente (Europa y el país de los incas: la utopía andina) y continuó con el significado de la evangelización (Comunidades y doctrinas: la disputa por las almas). Sin embargo, luego quedaba un vacío, porque el fenómeno que se describía a continuación, la rebelión de Santos Atahualpa, ocurría en los límites del dominio español. Se esperaba una evolución de las ideas utópicas durante el siglo XVII que no aparecía en el libro. La sensación aumentaba al toparse ante la rebelión de Túpac Amaru, ya que Flores no llegó a describir cómo se había llegado durante todo el siglo XVII hasta ella. Flores reconoció que el movimiento de Túpac Amaru presentaba muchos rasgos que lo diferencian de los otros estallidos populares, pero no lograron convertirlo en una revolución política moderna.
Flores Galindo intentó comprender una época a partir de la subjetividad, de la manera peculiar como los acontecimientos fueron vividos por los protagonistas. Para Flores, los comportamientos y las mentalidades eran tan reales y vigentes como los llamados fenómenos objetivos. Flores entendía que mitos como el Inkarrí o la utopía andina contenían tanto aspectos lógicos e intelectuales como intuitivos e imaginativos. Apoyó la idea de que el mito y la utopía habían surgido de las emociones. Sin embargo, entendía que no eran idénticos a la emoción de la que surgieron, sino que eran una objetivación de la emoción.
Flores afirmaba que la emoción detrás de ellos era la cólera y que la lucha en esta parte de los Andes contra España se había iniciado prematuramente, sea en 1742 con Juan Santos Atahualpa, sea en 1780 con Túpac Amaru. Durante unos cincuenta años se había buscado una ruptura eficaz con el orden colonial. Pero si los que participaron en estas sublevaciones y levantamientos eran rebeldes primitivos, como los había definido Hobsbawn, guiados por sus emociones, no había eficacia posible en su lucha con el orden colonial.


Flores encontró en la utopía andina la forma de definir la estructura, el orden y los mecanismos tanto de la vida psíquica de los individuos como de los anhelos colectivos. Utilizó el mito de Inkarrí y la utopía andina para describir los conflictos y mecanismos de las interpretaciones psicológicas del hombre andino. Desarrolló la utopía andina para describir arquetipos, modelos de conducta y de emociones. Consideró a los sueños como expresiones de la estructura y mecanismos de la vida del hombre andino. El sueño, para Flores, se asemejaba a la narración del mito y de la utopía.

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