viernes, 22 de abril de 2011

La memoria y la imaginación


El hombre se relaciona con el mundo mediante herramientas. Las herramientas permiten realizar trabajos de manera más eficaz, actúan como prolongación del hombre, como máquinas que reproducen sus funciones. Los libros son herramientas que ayudan a dos funciones de la mente humana: la memoria y la imaginación.
Sujetos a la dominación, entre los andinos la memoria fue un mecanismo para conservar (o edificar) una identidad. (p. 20)
Cualquier libro sirve como un mecanismo de registro de conocimientos que permite la conservación de información. Pero el libro sirve también para inventar ideas, como un territorio para la especulación. Los libros son también herramientas para la construcción de nuevos libros. Un libro es una herramienta para aplicar sobre la realidad pero también es una herramienta para perfeccionar otra herramienta.  Este uso del libro es la aplicación del conocimiento al trabajo.
Todo libro funciona como extensión de la memoria y de la imaginación. Todos son herramientas para tratar con la realidad. Los libros de historia son también herramientas de memoria e imaginación. Un libro de historia, los Comentarios reales, fueron también una herramienta de la imaginación
En 1607 y 1619, con la edición de la primera y segunda parte de los Comentarios Reales, termina el nacimiento de la utopía andina. (p. 51)
Buscando un inca cuestionaba nuestra historia e indagaba los motivos de la marginación de la población andina. Buscando un inca recuperaba las tradiciones andinas para imaginar una sociedad ideal.
Una sociedad ideal está organizada para garantizar la felicidad de sus miembros. Tal sociedad ha sido una búsqueda constante en la reflexión humana. Las características de esta sociedad ideal han variado ampliamente, formando un conjunto diverso de posibles mundos deseables. La idea de la utopía denominada como tal empieza con el trabajo de Moro de 1516. Sin embargo, antes que Moro acuñara el término los lugares utópicos ya existían con muchos nombres: Paraíso, Jardín del Edén, Nueva Jerusalem, Tierra Prometida, reino del Preste Juan, Islas de San Brandan, Ciudad de Dios, Ciudad de las Damas, Tierra de Cucaña. Estos países se encontraban en los límites distantes del más allá, en los territorios de la leyenda y el mito. Los países utópicos estaban habitados por hombres justos, bendecidos y virtuosos. Además, las ideas de utopía siempre se habían mostrado relacionadas al inconformismo religioso en Occidente. La duda estaba en la medida en que se había desarrollado inconformismo religioso en los Andes.
La Europa renacentista calmó sus anhelos de felicidad acumulados durante la Edad Media imaginando la realidad americana, atribuyéndole los rasgos del Paraíso. Los pensadores del Renacimiento vieron un aura edénica en América, tanto por lo diferente como por lo novedoso de sus sociedades. Lo que se interpretaba como histórico y cultural en el caso de Europa, se entendió como mítico y utópico en el caso de América.
La utopía es la creencia colectiva que perdura por generaciones en la posibilidad del perfeccionamiento de la realidad, de manera que la vida se vuelva más deseable y satisfaga las exigencias de la condición humana. El cristianismo tuvo un papel central en la imaginación utópica medieval europea, ya que reconocía a los hombres la condición de seres libres y el anhelo de vivir felices, por lo que convertía a los hombres en utópicos, llenos de esperanza por una vida de armonía y trascendencia.
Los cronistas de la Conquista hicieron las primeras descripciones utópicas de la realidad americana y la definieron como la alteridad de Europa. Américo Vespuccio hizo la primera descripción idealizada del continente descubierto. En sus breves Cartas de Viaje a la familia Médicis, a la que servía, Vespuccio describió a los pobladores que había visto en sus travesías por las costas de Venezuela, Brasil y Argentina como hombres libres de señores y servidumbres:
… los hombres no acostumbran tener capitán alguno, ni andan en orden, pues cada cual es señor de sí mismo. La causa de sus guerras no es la ambición de reinar, ni de extender sus dominios, ni desordenada codicia, sino alguna antigua enemistad de tiempos pasados.
Para un europeo, proveniente de una sociedad regulada estrictamente por relaciones de servidumbre, donde la sociedad estamental establecía para toda su vida la posición de los hombres, la descripción hecha por Vespucio parecería un camino de salvación, basado en el rechazo de la realidad opresiva europea para buscar esa felicidad posible en el Nuevo Mundo. La esperanza tomó una forma concreta y la ilusión era alcanzar esa Tierra Prometida que existía en América, donde no existían reyes, ni señores, ni se debía obediencia a nadie.
Las Cartas de Viaje de Américo Vespucio fueron incluidas por Martin Waldseemüller en su Universalis Cosmographia de 1507. La interpretación del texto de Vespucio fue ambigua, ya que las cartas podían ser entendidas tanto como un escrito de geografía, de historia, de navegación o como una ficción. Waldseemüller acomodó las tres cartas dirigidas a los Médicis como si fueran relatos de los cuatro viajes que Vespucio realizó al nuevo continente entre 1497 y 1502. Waldseemüller tituló por cuenta propia el tercer relato, la carta dirigida a Lorenzo di Pier Francesco de Medicis como Novus Mundus, donde afirmaba que las tierras descubiertas no eran una prolongación de Asia, sino un nuevo continente. Waldseemüller dio el nombre de América a este nuevo continente en su versión de Geografía de Claudio Ptolomeo que preparó en la abadía de Saint Dié y publicó en 1507.
Waldseemüller hizo a Vespucio afirmar que en verdad existía un nuevo mundo yendo a las Indias por Occidente. De esta forma quedó establecido el modo como Europa miraría a América. La expresión Nuevo Mundo surgió de una cita del Apocalipsis. El relato de Américo Vespucio, que revelaba las dimensiones continentales de las tierras occidentales, un Mundus Novus: enorme, poblado de innumerables gentes, tal como se citaba en el Apocalipsis:
y vi nuevo cielo y nueva tierra. (Apocalipsis, 21: 1)
Desde ese momento se estableció el vínculo entre el nuevo continente y la imagen de la profecía cristiana de final de la historia. El Nuevo Mundo se convirtió en el país de los sueños, la Nueva Arcadia, la tierra donde el hombre nacía bueno, no existían las jerarquías y las mujeres no tenían vergüenza de su desnudez. América se convirtió en…
El territorio por excelencia de las utopías prácticas. (p. 33)
Este modo de ver a América se enraizó en la mentalidad europea y, por influencia de ella, en la mentalidad del hombre americano. Los americanos nacieron como hombres utópicos, creyentes de que América era la realidad alterna de Europa. Durante el Renacimiento Europa se abocó a la reflexión sobre de la antigüedad clásica y la realidad americana. La imprenta hizo posible la difusión de tratados de la Antigüedad, de los libros de Aristóteles y Platón, la cosmografía de Ptolomeo, las historias de Herodoto, y todo el mundo de héroes, navegantes, silvanos, ninfas y náyades del mundo grecolatino. En el imaginario europeo proliferaron los animalia monstruosa conocidos desde la Antigüedad.
Casi todos los cronistas, desde Colón hasta los oficiales de la Corona, describieron América con estos términos fantásticos. Con el Renacimiento, la antigüedad clásica fue tenida como la referencia válida y el modelo pleno de autoridad. Este conocimiento erudito del pasado, arcaico y anacrónico era el conocimiento objetivo que Europa había desarrollado al terminar la Edad Media y fue el que se empleó para estudiar la realidad americana. En ese sentido se puede afirmar que Europa inventó América.
La Utopía de Moro sentó las bases para la renovación del pensamiento político europeo; pero la Utopía de Moro no debe leerse desconociendo dos libros anteriores a ella: Las cartas de Américo Vespucio y Las Décadas de Pedro Mártir de Anglería.
Pedro Mártir de Anglería (1456-1526) fue un humanista italiano, autor de la primera historia general de América. Pasó su juventud en Roma, protegido por el cardenal Ascanio Sforza. En 1488 viajó a España en el séquito de Íñigo López de Mendoza, conde de Tendilla, embajador de España en la Santa Sede. Vivió en la corte de los Reyes Católicos y en 1492 tomó parte en la conquista de Granada. Ese mismo año se ordenó sacerdote y sirvió como capellán de la reina Isabel desde 1501. Después de la muerte de la reina en 1504, sirvió al rey Fernando y la nueva reina de Castilla, doña Juana. Tras la muerte de Fernando el Católico en 1516, sirvió al emperador Carlos V.
En 1518 fue nombrado consejero de Indias. Dos años más tarde le encomendó las funciones de cronista. En 1523 fue nombrado arcipreste de Ocaña y en 1524 abad de Jamaica. Pedro Mártir de Anglería murió en 1526.
En su función de cronista de la corte, recabó información sobre América sin llegar a viajar a ella. Entrevistó a los viajeros que regresaban del Caribe, tales como Cristóbal Colón, Américo Vespucio o Fernando de Magallanes, e incluso a conquistadores, como Hernán Cortés. Todos los datos que reunió sirvieron de base para su futura obra, las Décadas de Orbe Novo o Décadas del Nuevo Mundo. Esta obra fue escrita entre 1494 y 1526. La primera parte de ella, la primera década, se publicó en Sevilla en 1511, sin autorización de Anglería. El mismo se encargaría de publicar las siguientes tres partes, cinco años después, en Alcalá de Henares. La obra completa se publicó hasta 1550, 24 años después de la muerte del autor.
Desde el inicio de su publicación por entregas en 1511, las Décadas gozaron de una gran popularidad. En ellas se encontraban ya los primeros elementos constituyentes de las percepciones del hombre americano, tales como su condición natural. Esta idea alcanzaría su mayor desarrollo en las obras de Rousseau, quien elaboró una filosofía naturalista de encomio al buen salvaje. Mártir de Anglería describió una sabiduría americana y una teoría sobre la propiedad, la ausencia de la propiedad privada. Esta idea fue asombrosa para los europeos, provenientes de un mundo en el cual había que respetar los bienes ajenos.
En 1534, una editora de Lyon, la casa Notre Dame de Comfort, publicó un breve libro que marcó el imaginario occidental, las Nouvelles certaines des isles du Pérou, de autor anónimo. La obra narra la captura de Atahualpa por Pizarro, ocurrida en Cajamarca en noviembre de 1532, menos de dos años después de ocurridos los hechos. Informa sobre la ejecución de Atahualpa y el transporte del oro y de la plata del rescate regio hacia España. El padre Bartolomé de las Casas, que se encontraba en Santo Domingo, dio testimonio de que los barcos con el rescate de Atahualpa viajaron a España. Las Nouvelles certaines des isles du Pérou popularizaron en Francia y Europa la creencia en la riqueza inmensa del Perú. Las Nouvelles certaines des isles du Pérou debieron emplear como fuente a una crónica española, tal vez la de Pedro Sancho o tal vez Francisco de Xerés, que ya circulaba como manuscrito.
Estos libros crearon un ambiente de fascinación por el Perú y prepararon el terreno para que el Inca Garcilaso asombrara al mundo con su descripción de la organización del Imperio Inca.

Garcilaso
Garcilaso nació en Cusco en 1539, hijo del capitán Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas y de una princesa inca, Isabel Chimpu Ocllo. Garcilaso fue criado por su familia materna. Al cumplir los 21 años viajó a España para reclamar beneficios reales por los servicios de su padre. Su gestión ante la corte de Madrid no tuvo éxito, pero él no regresó a Perú, sino que permaneció en España. Sirvió en los ejércitos de Felipe II y participó en las campañas de Italia. A su regreso se estableció en un pequeño pueblo de Andalucía, Montilla, se dedicó al estudió y se convirtió en el primer traductor americano. Tradujo los Diálogos de Amor de León Hebreo. Garcilaso demostró un amplio dominio idiomático, ya que se enfrentó a una traducción en idiomas diferentes a su lengua materna, el español y el latín.
Durante su estancia en Montilla recopiló información de los conquistadores que habían participado en la jornada del Perú y en las guerras civiles. Conoció a Gonzalo Silvestre, que había estado en la conquista del Perú, en el Caribe y en La Florida. Escribió La Florida, en base a la versión de Gonzalo Silvestre y Hernando de Soto sobre la conquista de ese territorio. En este libro Garcilaso definió su estilo, verista. Describió los preparativos que se hacían en Cuba; el viaje de Hernando de Soto de Santiago a La Habana; el reclutamiento, la crianza de caballos, las ocurrencias del descubrimiento de la península de la Florida.
La Florida alcanzó una gran popularidad en su tiempo. La primera edición data de 1604. Después se realizaron las traducciones al francés, al italiano, al inglés, al alemán y al holandés. En los siglos XVII y XVIII aparecieron unas veinte ediciones, algo asombroso para un autor americano.
A finales del siglo XVI Garcilaso comenzó a escribir los Comentarios Reales. Al igual que la crónica de Guaman Poma tiene dos partes: la conocida como Comentarios Reales, que es la historia de los Incas; y la segunda, más conocida como La historia general del Perú, que trata de la Conquista, las guerras civiles y de cómo los españoles ocuparon al antiguo Perú, concluyendo con la derrota del último foco de resistencia Inca, encabezado por Túpac Amaru, en 1576, 44 años después de la captura de Atahualpa.
Se ha investigado los motivos que llevaron a Garcilaso a escribir su historia. Porras Barnechea propuso que un grupo de cronistas americanos, Garcilaso, Guaman Poma y Santa Cruz Pachacuti, escribieron sus obras para refutar al Virrey Toledo y a los cronistas toledanos, Diego Fernández el Palentino y Francisco de Gómara. Sin embargo, también pudieron existir motivos personales. Toledo condenó a muerte al último Inca, Tupac Amaru, Túpac Amaru era primo de Garcilaso por lado de su madre Isabel Chimpu Ocllo. El Inca de Vilcabamba fue derrotado y ejecutado por Toledo. Las Casas, consultado en Madrid, había propuesto que se reconociera un reino inca autónomo, vasallo de la corona, dentro del Virreinato del Perú. Sin embargo, Toledo buscó una justificación para actuar contra los herederos de los Incas y argumentó que no tenían derecho a la restitución de la propiedad de sus dominios, porque ellos los habían conseguido injustamente usurpando el derecho de sus anteriores propietarios. Toledo quería demostrar que los Incas habían sido opresores y que los españoles liberaron a los pueblos andinos de esta opresión.
Por estas razones Garcilaso escribió su obra, explicando que los reinos de los naturales no habían sido bárbaros, sino gentiles, como los reinos de la antigüedad, y que tenían una civilización propia. A Garcilaso no le quedaba otra opción que recurrir a la historia para enfrentar a la política de colonial y preservar la cultura andina. El objetivo de los Comentarios reales fue rectificar a los historiadores que habían difundido la versión de una América caníbal, plena de sacrificios, idolatría y opresión.
La Historia general de las Indias Occidentales de Gómara contribuyó a crear una mala imagen del hombre americano. Las primeras crónicas describieron una América edénica, libre de pecado, pero, después de establecerse el sistema colonial, apareció la imagen de los hombres americanos como salvajes antropófagos, sodomitas y violentos. Para enfrentar esta imagen negativa, Garcilaso escribió los Comentarios reales y Bernal Díaz del Castillo La Verdadera Historia de la Conquista de México. Ambos apelaron a lo real y a lo verdadero para confrontar la historia general de Gómara.
Gómara escribió su obra al servicio de Cortés y su visión de los hechos estaba sesgada por su deseo de exaltar al conquistador de México. Tanto Garcilaso como Díaz del Castillo escribieron para demostrar que no era como decía Gómara. Los Comentarios Reales fueron ampliamente traducidos. En la Biblioteca Nacional de París, el Catálogo razonado sobre América y las Filipinas de 1867 enumeraba unas veinte traducciones al francés, inglés, alemán, italiano, holandés y latín.
La influencia de Garcilaso fue excepcional porque encontró lectores ávidos de reforma y de modernización. Lo que más impactó en el imaginario político europeo fue la organización colectivista de la sociedad que él describía. La organización decimal, la repartición de la tierra, la propiedad colectiva, la repartición de los excedentes, dieron a entender que existían otras maneras de imaginar la relación entre los hombres, con la naturaleza y con el poder. El mundo andino apareció como la alteridad de la sociedad europea.
La edición  francesa de 1744 fue leída por Voltaire, Diderot, d’Alembert, el Barón de Holbach y fue anotada por Godin, Feuillée, Pifón, Frezier, Margrave, Gage, La Condamine.
Garcilaso influyó en La Ciudad del Sol de Campanela, publicada en 1623. Ya entonces se había publicado los Comentarios Reales, La Historia general del Perú y La Florida. La Ciudad del Sol presentaba semejanzas con el trazado urbano del Cusco y aquel estado era descrito como un imperio de trabajo y de organización social.
La presencia del estado inca descrito por Garcilaso también puede encontrarse en La Nueva Atlántida de Francis Bacon, publicada en 1627. La existencia de América significó una revolución epistemológica para Bacon. Los nuevos conocimientos geográficos, la realidad de otra humanidad, de otras plantas y otros animales fueron un punto de partida para repensar el mundo.
En El Código de la Naturaleza de 1755, Morelly disertó sobre el propósito del Estado, la sociedad y de su relación con el medio ambiente. Morelly había leído los dos volúmenes de la edición francesa de 1744 y asimilado las ideas de Garcilaso.
En 1772 Louis Mercier publicó en Londres El Año 2440, una obra de ciencia ficción donde imaginó un futuro equiparable a la organización colectivista de los Andes descrita por Garcilaso, de manera que el pasado de América se había convertido en un referente para la utopía que quería alcanzar.
Montesquieu en El espíritu de las leyes empleó a la figura del Inca para referirse al derecho de gentes y sostener su tesis sobre el desarrollo desigual. Diderot y el Abate Raynal se basaron en Garcilaso para escribir el tomo III de la Historia Filosófica y Moral de las Indias. Diderot también escribió una biografía de Pablo de Olavide para La Enciclopedia. Olavide había sido expulsado de Perú hacia 1760. Viajó a España, para ser nuevamente expulsado y tener que refugiarse en Francia. Fue amigo de Diderot, Voltaire, Marmontel y Raynal. Olavide propició la lectura de Garcilaso en Europa.
Voltaire leyó los Comentarios reales y recomendó su lectura a sus amistades, entre ellas a Madame de Grafigny y Madame Olimpe de Gouges. Madame de Grafigny escribió una novela, Les lettres d’une péruvienne, que contaba la historia de amor de una princesa Inca que se comunicaba mediante quipus con su amado. En la historia de amor se filtraba una filosofía liberal. Madame Olimpe de Gouges escribió La Colombiada, una obra de teatro sobre Colón. Ambas autoras mencionaban a Garcilaso.
Marmontel escribió Los Incas o la destrucción del Imperio del Perú, basado en las obras del padre Bartolomé de Las Casas y de Garcilaso. Narraba la historia de cómo el cacique azteca Orozimbo, huyó de México después de la Conquista, y viajó a Cajamarca para advertir a Atahualpa de la llegada de los españoles y de la caída del imperio Azteca, y solicitar su ayuda.
En el 22 Floreal del año 8 de la Revolución francesa, el Abate Gregorio realizó un homenaje al padre las Casas y evocó a Garcilaso. Garcilaso fue reclamado por los partidarios de la colectivización de la tierra, quienes tomaron como modelo el colectivismo agrario andino y las propuestas de Moro de 1516.
El Abate Genty ganó el concurso convocado por la Academia de Lyon con el título La Contribución de América a la felicidad del género humano. América encarnaba la esperanza de libertad y felicidad y aparecía como una tierra edénica. América era un campo para la innovación y la experimentación social y política.

Guaman Poma
La obra de Guamán Poma es fundamental como fuente para el estudio del mundo andino. Guaman Poma encarnó la simbiosis cultural entre el mundo español y el mundo andino. Intentó deliberadamente ser el vocero de los hombres andinos ante al rey de España, aunque su trasfondo cultural siempre fue mixto.
Felipe Guamán Poma de Ayala ha sido un misterio. Su vida ha sido reconstruida por medio de hipótesis: su nacimiento, sus orígenes, sus ascendientes. Esto se debe a los pocos datos que dejó sobre sí mismo, lo que fue interpretado como característico de una personalidad enigmática y orgullosa.
Porras realizó el primer estudio amplio, partiendo de algunas pautas genéricas establecidas por Baudin y Riva-Agüero, sobre las crónicas indias de Titu Cusi Yupanqui, Juan de Santa Cruz Pachacuti y Felipe Guaman Poma de Ayala. Resaltó los rasgos temáticos característicos de estas tres crónicas y las diferenció de las crónicas españolas o mestizas por su vocación por lo maravilloso indio y cristiano, por su fondo íntimo de protesta y su contribución al conocimiento del folklore y de la tradición oral.
Guaman Poma fue un indio quechua de Ayacucho y nació, según declaración propia, en el seno de una familia importante y noble, en San Cristóbal de Sondondo, hijo de Guaman Malque, nieto de Guaman Chava. Guaman Chava fue señor de los yarovilcas de Huanuco y gobernó Chinchaysuyo durante la expansión del Tawantinsuyo. Guaman Chava había servido como segunda persona del Inca en el reino yarovilca y tomó parte en las conquistas de Chile y Quito. Sirvió a Túpac Yupanqui, Huayna Cápac y a Huascar. En su crónica relató que fue su padre, Guaman Malque, quien recibió a los españoles en Cajamarca, en calidad de emisario del Inca Huáscar. Guaman Poma declaró al final de su obra que la había compuesto a los ochenta años. Dado que la crítica sostiene que, por las citas históricas y personajes presentes en el manuscrito, este debió ser escrito entre 1613 y 1615, el cronista indio habría nacido hacia 1534.  
Guaman Poma recorrió la zona de Huamanga, actuó como intérprete, aprendió a leer y escribir y contribuyó a la difusión de la doctrina cristiana. Su lenguaje fue una mezcla de castellano y quechua.
Su obra está dividida en dos partes: la primera, la Nueva coronica, trataba sobre los tiempos anteriores a la civilización inca. Narraba la historia del país desde la creación del mundo hasta los días del cronista. Describía las ocupaciones, festividades, supersticiones y costumbres andinas, incluyendo textos escritos en quechua, aymara o en otras modalidades regionales. El texto contenía un doble relato sobre orígenes del hombre. En primer lugar, un relato bíblico que hablaba de las generaciones de seres humanos, del crecimiento del mal en el mundo y de los castigos divinos durante las cuatro épocas anteriores a la venida de Jesucristo. Después, un relato andino que enfatizaba que durante estas cuatro épocas, hasta el advenimiento de los incas, los hombres andinos mantuvieron una religión pura, libre de idolatrías, y que antes de la llegada de los españoles, los hombres andinos ya adoraban a Dios. La invasión hispana habría sido un restablecimiento de la verdadera religión que se había perdido con los incas. En este sentido se debía entender la buena disposición de Guamán Poma ante las campañas de extirpación de idolatrías.
La segunda parte, el Buen gobierno, trataba de la Conquista y del período colonial en el Perú. Estos años fueron presentados como un tiempo de crueldad y abuso. El cronista denunciaba las injusticias que acechaban a los indios. Ilustró abundantemente la crónica con láminas sin color de una técnica de dibujo original. Estas ilustraciones explicaban claramente su punto de vista. Explícitamente el cronista afirmaba que había incluido los dibujos para ayudar a los ciegos, es decir a los analfabetos. En un mundo iletrado, donde los indios difícilmente hablaban el idioma de los conquistadores, las imágenes se convirtieron en un medio de comunicación colectivo. Estas representaciones coincidían con la tradición cultural andina, con la figura del quillqamayoc encargados de la información gráfica del Tahuantinsuyo. Pero también el cronista empleó imágenes de procedencia europea, tales como la Virgen María, los santos o Jesucristo. Guaman Poma tomó parte de la tradición occidental de la Contrarreforma donde, el arte se convirtió en una forma de educación y persuasión. Para el cronista quechua los dibujos eran la forma más efectiva y didáctica para comunicar sus ideas a un público mixto, compuesto por indios, españoles y mestizos. Mediante sus dibujos, transformaba la tradición oral en escrita y traspasaba las barreras culturales. Creó una forma de narrar con apariencia objetiva  en el texto, mientras utilizaba simultáneamente los dibujos para transmitir sus propias ideas, las que no siempre coincidían con el discurso escrito. Así, expresaba ideas en forma condicional en el texto y sostenía firmemente a través del dibujo, haciendo que la imagen visual diera un significado imperativo y automático. Este sistema lo protegía frente a las posibles amonestaciones por el contenido crítico de los dibujos. Así, en una ilustración mostraba a un corregidor y a un negro azotando a un indio desnudo, mientras que el texto que acompañaba esta ilustración era menos enfático.
Las páginas y dibujos de la obra contienen un fondo ilustrado de conocimientos de geografía e historia. Entre las fuentes empleadas por Guaman Poma se encontraban Bartolomé de Las Casas, Agustín de Zárate, Gonzalo Fernández de Oviedo y José de Acosta. También estaban presentes los postulados de Domingo de Santo Tomás y Luis Jerónimo de Oré, de quienes Guamán Poma tomó la idea de que los hombres andinos habían desarrollado un entendimiento válido de Dios a través de la naturaleza, por lo que estaban preparados para recibir y comprender el Evangelio.
La obra de Guaman Poma reflejó su decisión de integrarse con Occidente, aunque de una forma original: formó parte de la sociedad colonial, pero usó sus aptitudes de cronista y dibujante para criticarla, aunque sin rebelarse nunca contra ella. Utilizó su obra para lamentarse de los abusos cometidos por los españoles en contra de los indios.
Hacia 1615, pobre y viejo, Guamán Poma se dirigió hacia la ciudad de Lima en busca de alguien que le ayudara a enviar su manuscrito a España, y que pudiera presentar la crónica al rey. Sin embargo, la obra desapareció. Reapareció en 1785, catalogada como parte de la Biblioteca Nacional de Copenhagen. Allí permaneció ignorada hasta que en 1909 Richard Pietschman la encontró. Se imprimió en 1936. El manuscrito original se había conservado en bastante buen estado, debido a la buena calidad del papel.
Guamán Poma buscaba revertir la creencia europea de que el hombre americano era un salvaje, bárbaro e incivilizado. A través de sus dibujos expresaba la crueldad y brutalidad de los métodos españoles de colonización. En sus dibujos, a diferencia de los realizados por europeos, el indio siempre se presentaba vestido. Si en algunos dibujos aparecía desnudo era para mostrar su condición de víctima a manos de los españoles.
Rolena Adorno destacó tres características fundamentales y persistentes de la obra de Guaman Poma: la condena constante de la nueva raza mestiza; la actitud ortodoxa hacia las enseñanzas y los ministros de la Iglesia romana y sus campañas contra las religiones andinas y el desprecio total del grupo étnico chachapoyas, mitmaqkuna en la zona de Huamanga.
Se ha publicado una recopilación de documentos y peticiones legales conocidos fragmentariamente desde los años cincuenta relacionados con la defensa de los clanes de Guaman y Tingo en los cuales intervino el cronista. Esta compilación de documentos legales era una copia hecha en el siglo diecisiete. La parte que se refiere a Guaman Poma consistía en los reclamos hechos por los herederos de Don Domingo Guaman Malqui de Ayala y Don Juan Tingo de las tierras en el valle de Chupas. La publicación del Expediente Prado Tello en 1991 reveló las actividades jurídicas de Felipe Guaman Poma y sus familiares y vecinos durante la década de 1590, confirmadas con la Compulsa Ayacucho, sentencia criminal contra Guaman Poma efectuada en 1600. El resultado más importante del estudio de las peticiones contenidas en el Expediente es la confirmación de la identidad de la composición escrita y gráfica con las de la Nueva corónica y buen gobierno. En ambos escritos se identificaba la misma falta de correspondencia en número o género entre frases y el uso de frases características ("los dichos españoles," "las dichas mis tierras"). El léxico era el mismo que el de la crónica, utilizándose figuras retóricas como el polisíndeton. La evidencia iconográfica resultaba más precisa. Los dibujos de Guaman Malqui y Juan Tingo aparecían en el documento, al igual que un mapa de la jurisdicción de Huamanga que incluía Chupas. El mapa reiteraba todos los elementos encontrados en los dibujos de la Nueva corónica y buen gobierno.
El retrato de Don Domingo Guaman Malqui reproducido en el expediente era una copia del dibujo original hecho por Guaman Poma para acompañar su pleito. Este retrato de Don Domingo Guaman Malqui era similar al retrato de Guaman Chaua, abuelo del cronista, sin embargo los dibujos de la crónica mostraban mayores detalles, ya  que debieron ser los originales de Guaman Poma y no copias.
Adorno confirmó la identidad y coherencia entre las demandas de Guaman Poma por justicia que atraviesan toda la Nueva corónica y buen gobierno y las demandas específicas contra los indios vagamundos invasores de sus tierras, reclamando que volvieran a sus encomenderos y trabajasen en las minas. Guaman Poma insistía en ambos casos en el reconocimiento de sus derechos a las tierras en contra de sus litigantes, los chachapoyas. Gracias al expediente, se confirmó que Guaman Poma perteneció a un clan distinguido, los Guaman Tingo, y que fue reconocido como tal durante la década de 1590. Sin embargo, Guaman Poma mencionó tangencialmente su fracaso en la crónica y no narró el resultado del proceso, la sentencia de doscientos azotes y el destierro de Huamanga por dos años.
Debido a su fracaso en el litigio contra los chachapoyas, no resultaba sorprendente que apareciesen en la Nueva corónica y buen gobierno descritos de manera negativa. Guaman Poma caracterizó a los chachapoyas como rebeldes, ladrones y embusteros y los acusó de matar al legítimo Inca Huascar. También condenó a los chachapoyas por contribuir a la proliferación de la población mestiza. Guaman Poma describió a los chachapoyas como rebeldes y embusteros contra los Incas, asesinos de Huascar Inca, idólatras en sus sacrificios, y traidores a la raza andina a través de sus mujeres.
Guaman Poma veía a la religión antigua desde la postura de un converso al catolicismo decididamente ortodoxo, que defendía la extirpación de idolatrías y abogaba por la visita eclesiástica como un modo de organizar y vigilar a los miembros de la sociedad colonial y de las comunidades locales.
Guaman Poma se inspiró en las obras de instrucción religiosa para el pueblo andino de Fray Pedro de Oré y las que produjo el Tercer Concilio Limense, en particular el Tercero catecismo y exposición de la doctrina cristiana por sermones (1585), el sermonario bilingüe (quechua y español) dirigido por el padre jesuita José de Acosta. Conocía las ordenanzas promulgadas en el Segundo y el Tercer Concilios. Guaman Poma enfatizó la necesidad de enseñar a leer y escribir a los feligreses andinos, de vigilar y reformar al clero misionero cristiano, de asegurar la separación de las comunidades andinas de las comunidades de colonizadores, de prohibir que los mestizos y negros vivieran entre los indios y de apartar a los indios hechiceros de los demás.
Trabajó para los visitadores eclesiásticos y civiles, tanto como traductor y encuestador. La participación de Guaman Poma como informante de los oficiales eclesiásticos sobre las prácticas rituales andinas creó en él una actitud de rechazo hacia esas prácticas. La organización de gran parte de la Nueva corónica, especialmente los capítulos dedicados a la visita de Topa Inca Yupanqui y a las categorías de edad de la sociedad andina, reprodujo el propio formato de la visita.
Guaman Poma sirvió como intérprete al visitador Cristóbal de Albornoz, quien pasó varios años en las provincias de Lucanas Andamarca y Soras luchando por la destrucción del movimiento de Taki Onqoy. Existían coincidencias entre los nombres de las personas mencionadas en los escritos del uno y del otro. Los testigos de Albornoz en su Información de servicios de 1570 y los indios castigados en la Relación de la visita de extirpación de idolatrías de 1584, fueron los mismos que aparecieron en la Nueva corónica y buen gobierno de Guaman Poma.
Guaman Poma admiraba a Albornoz. Resaltó la necesidad de alejar a los naturales de sus creencias antiguas, caracterizando a las religiones andinas como idolatría, e insistió en que los practicantes debían ser castigados sin misericordia. A lo largo de su obra, reiteró en muchas oportunidades la necesidad de abolir y extirpar las creencias y prácticas tradicionales y de imponer un programa de instrucción ortodoxo y completo para evangelizar a los hombres andinos, además de la necesidad de vigilar al pueblo andino para evitar que cayera nuevamente en prácticas prohibidas
Porras investigó las referencias biográficas que Guaman Poma había deslizado a lo largo de su libro, para suplir la falta de documentación externa a la Nueva corónica. Para la redacción definitiva de su monografía, publicada en 1948, pudo conocer e incorporar como apéndice dos documentos centrales: una composición de tierras en la que el cronista había participado como intérprete y la carta de envío de la crónica, encontrada por Lohmann en el Archivo de Indias.
Porras dio una imagen reducida del cronista, encerrado en su provincia natal donde dibujó y redactó su manuscrito. Estableció su posición parcializada como descendiente yarovilca, su interés por magnificar los méritos de su padre y establecer lazos con los incas y con los conquistadores. Limitó los viajes del cronista a Huamanga, Cusco y Lima. Resaltó las contradicciones internas y externas de las afirmaciones del cronista y puso al descubierto el modo de redactar muchos párrafos de la obra. Guaman Poma habría manipulado extensamente la obra del Palentino. Porras demostró que en su intento por ensalzar la obra de su padre, don Domingo Guamán Malqui de Ayala, adulteró acontecimientos. Por ejemplo, atribuyó la persecución hasta Jauja y posterior captura del rebelde Hernández Girón, realizada por capitanes españoles, a los caciques lucanas entre los que se encontraba su padre.
           Los indios lucanas, según el Palentino y otros documentos tampoco se limitaron a       atacar a Hernández Girón, después de la batalla de Chuquinga. Atacaron a los dos           bandos, al del mariscal Alvarado que defendía al Rey y al que le mataron treinta         hombres y al del rebelde Hernández Girón, cargando sobre ambos después de la batalla y robándoles sus equipajes. Huamán Poma convierte este acto de represalia indígena en un servicio a la causa del Rey.
La obra del cronista está llena de ambivalencias. Es cierto que Guaman Poma corrigió su manuscrito para elevar su condición social y la de su familia. Sin embargo, en el dibujo Camina el autor, al final de la crónica, se muestra pobre al viajar a Lima, fiel al ideal de pobreza apostólica. En cambio, en la portada del manuscrito, para dirigirse al rey el autor se había puesto a su altura, vestido regiamente y en la misma postura, como un interlocutor válido. Guaman Poma no representaba a la realeza incaica sino que reivindicaba el derecho de los pueblos andinos. Su realeza era aún más originaria, pues venía de los antiguos señores yarovilcas. Adorno afirmó que el cronista no fue ni tan pobre ni tan noble como declaraba, sino que había exagerado estos rasgos para justificar su condición de interlocutor. El reclamaba un sitio y reconocimiento social, para él y para los indios, y se exasperaba con todo y con todos los que le impedían conseguirlo, fuesen españoles, indios o mestizos.
El cronista nunca rechazó la cultura occidental, sino que siempre intentó entenderla, tanto como dar a entender la suya propia. Porras se equivocó al juzgar al autor como ignorante, basado en las dificultades que tenía para expresarse en castellano. Guaman Poma era conciente de sus dificultades de expresión, cuando afirmó que no era
            … letrado ni doctor ni licenciado ni latino
Al presentarse, el cronista se mostraba como el consejero ideal: sabio, justo, liberal, noble, valiente y constante. Era capaz de expresarse en varias lenguas, conocer la historia del país y haber viajado por él. Su interlocutor, el rey Felipe III, debía ser la fuente del bien y un hombre virtuoso, sabio, justo, amante de la paz, respetuoso de las leyes, dispuesto a rodearse de consejeros hábiles y veraces. Este modelo de monarca fue desarrollado por Antonio de Guevara, cronista de Carlos V, en el Relox de príncipes, publicado en Valladolid en 1529. Para Guaman Poma, la Corona española era la monarquía católica por excelencia y por lo tanto santa. El catolicismo español se había dirigido a un endurecimiento progresivo y a la intransigencia con los Reyes Católicos, había disminuido algo en su celo durante el reinado de Carlos V, pero había vuelto a endurecerse desde el reinado de Felipe II. La monarquía católica se había abocado a defender la causa de la religión católica.
A través de su crónica, Guaman Poma buscaba ser consejero de este monarca y guiarle, con ingenio e imaginación, para lograr un mejor gobierno de sus dominios.
Este libro y primer crónica esta sentenciado y acabado y juzgado para el servicio de Dios y de Su Majestad y bien del prójimo y gobierno de este reino, y buena justicia
Para reforzar la validez de su discurso se apropio de elementos religiosos, de manera que asumía una autoridad moral superior y no permitía la refutación. La crónica por momentos se convirtió en retórica religiosa y tomó la forma de un sermón. Así, el prefacio de la Nueva corónica aparecía como una paráfrasis del proemio del Tercero catecismo. En otros momentos se convirtió en retórica legal y tomó la forma de un alegato o de un memorial. Guaman Poma había trabajo como intérprete y escribano, acostumbrándose a la redacción propia del tinterillo, autocomplaciente y burlona. Como entre los abogados del país actual, su lenguaje resulta embrollado, bárbaro, colérico, confuso, contradictorio y reiterativo, volviendo siempre sobre la desgracia del indio indefenso ante el cruel destino. El cronista muchas veces salvó las dificultades idiomáticas recurriendo al humor, la ironía o sátira, como al hablar de los licenciasnos y de los proculadrones. En otras veces recurrió al quechua o al dibujo. Los dibujos son los elementos más asombrosos de la crónica, ya que no solamente decoran o complementan el texto, sino que exploran sus múltiples significados. Los dibujos eran útiles ante un auditorio que era mayoritariamente analfabeto. Muchas de las crónicas del Descubrimiento y la Conquista fueron publicadas con ilustraciones: se ilustró las Cartas de Colón, la Historia de Fernández de Oviedo, la Crónica del Perú de Pedro Cieza o la crónica de Martín de Morúa. En Americae de Théordore de Bry (1528-1598), Europa descubrió una imagen recreada de América, elaborada a partir de las noticias y crónicas de viajes de Jean de Léry, Hans Staden, Antonio de Herrera, Sebald de Weert, Jerónimo Benzoni y fray Bartolomé de las Casas. Americae de Bry fue la visión gráfica del Nuevo Mundo más difundida durante el siglo XVI y el XVII. Fue desarrollada a partir de una perspectiva eurocéntrica, que no intentaba tener fidelidad en la representación de la realidad americana. Los libros dedicados a la Conquista se basaron en los textos de Benzoni, Novae Novi Orbis Historia, y de Bartolomé de las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Las ilustraciones fueron una brillante aplicación de la imprenta para la difusión de las novedades y de las ilusiones del Nuevo Mundo. Guaman Poma continuó esta tradición europea de ilustrar los libros. El Concilio de Trento había promovido el empleo de texto ilustrados para facilitar la conversión. El Concilio Limense de 1567 implementó esta medida. Los jesuitas fueron quienes más empeño pusieron en la forma audiovisual de catequesis de los neófitos, estableciendo escuelas de pintura y poblando las iglesias de imágenes de Cristo, de la Virgen y de los santos.
Guaman Poma se expresó consistentemente en contra de los mestizos. La famosa monografía de Raúl Porras destacó esta posición. Porras calificó a la animadversión de Guaman Poma por los mestizos como “racismo convicto y confeso”, aunque esto se entendía también por la perspectiva hispanista y anti-indigenista de Porras en los debates sobre indigenismo y mestizaje de su época. Además, el significado de raza en el siglo XVII se extendía más allá de lo puramente biológico, ya que equivalía a casta, origen o linaje, comprendiendo tanto lo religioso como lo social. La calidad racial estaba vinculada a la religión y a la condición social, así los reglamentos para el ingreso a las órdenes de caballería establecían que el aspirante debía ser hidalgo, hijo legítimo y no tener padres judíos, moros, herejes o villanos. Guaman Poma aceptó las reglas sociales españolas para construir un nuevo orden social después del caos de la Conquista, basado en la pureza de la fe, la benevolencia del rey y la justicia del gobierno. Identificó estos tres principios y por ello insistió en la necesidad de cristianizar a la población andina, para garantizar el orden social. Aceptó el orden estamentario español y por eso se quejó de aquello que comprometía la validez de las castas.  
La condena rotunda del mestizaje tenía un rol principal entre los remedios básicos para salvar al Perú andino de la desintegración y de la destrucción étnica. El autor de la Nueva corónica y buen gobierno describió a los mestizos como rufianes y salteadores, ladrones, mentirosos, ganapanes y borrachos, gente baja. Guaman Poma los llamó malos cristianos y enemigos de los indios. Se oponía particularmente a los sacerdotes mestizos. Los consideraba como fuente de corrupción moral y pensaba que los sacerdotes mestizos podían retomar los ritos de sus antepasados andinos. Las autoridades españolas compartían esta visión negativa del mestizo, al que percibían como socialmente inestable y propenso a la rebelión.
Guaman Poma definió al mestizo como explotador de los indios; al sacerdote mestizo como obstáculo para la evangelización de los indios. Para él los mestizos destruirían a la raza india. Creía que era necesario separar completamente a los hombres andinos de los grupos coloniales, incluyendo a los mestizos, siguiendo los preceptos establecidos por los concilios limenses. Le espantaba la sumisión voluntaria de la mujer andina a los españoles, por lo que las llamaba indias putas cargadas de mesticillos y de mulatos. Se quejaba que aunque eran casadas, iban con españoles y negros.
Guaman Poma buscó recuperar los derechos de los hombres andinos:
los yn[di]os son propetarios naturales deste rreyno — y los espanoles naturales de espana — aca en este rreyno son estrangeros mitimays — cada uno en su rreyno son propetarios lexitimos poseedores no por el rrey cino por dios y por justicia de dios. (Guaman Poma 1936: 915)
Para el cronista, los derechos que cada grupo humano tenía sobre el territorio que habitaba se basaban en una ley divina y universal:
[...] que aues de conzederar que todo el mundo es de dios y anci castilla es de los espanoles y las yn[di]as es de los yn[di]os — y guenea es de los negros q[ue] cada [uno] destos son lexitimos propetarios . no tan solamente por la ley. (Guaman Poma 1936: 915)
En estos pasajes se ha identificado los principios expuestos por Bartolomé de Las Casas en el Tratado de las doce dudas, según los cuales cada pueblo posee un derecho de propiedad, calificado de derecho natural y divino, sobre su territorio:
Todos los infieles, de cualquiera secta o religión que fueren, o por cualesquiera pecados que tengan, cuanto al Derecho natural y divino, y el que llaman Derecho de las gentes, justamente tienen y poseen señorío sobre sus cosas, que sin perjuicio de otro adquirieron. (Las Casas 1958: 486)
Guaman Poma adoptó las críticas a la Conquista hechas por Las Casas: dado el origen divino de la distribución de las naciones, el derecho de los pueblos sobre su territorio tenía preeminencia sobre a cualquier otra clase de derecho. Basándose en este principio, el cronista cuestionó la validez de todos los actos legales contrarios al “derecho natural y divino”. Guaman Poma recriminó a los encomenderos:
[...] acordaos primeramente del Rey q[ue] os a hecho m[e]r[ce]d de daros de comer de gracia no deuiendo nada quitando a los señores naturales grandes prencipales deste rreyno dezis q[ue] soys conquistadores q[ue] la co[n]quista la conquistastes con dos palabras q[ue] aprendistes de dezir — ama mancha — noca ynga [“no tener miedo, yo Inca”] — no dixistes mas no os costo nada q[ue] la batalla y alsamiento fueron entre bosotros traydores quecistes ser otro rrey q[ue] como catolico cristiano os a dado de comer cin derecho. (Guaman Poma 1936: 559)
Guaman Poma denunció constantemente a los encomenderos, recordándoles su participación en las sublevaciones ocurridas al inicio de la época colonial. Pero sus críticas fueron más allá y alcanzaron al Rey, quien cometió una injusticia al despojar a los señores naturales del país. Guaman Poma sustentaba sus críticas en las tesis de Las Casas, pero planteó una idea distinta, la extranjería. Mediante esta idea, el cronista reclamaba unos derechos propios de cada grupo humano que no podían ser compartidos por todos. Este derecho a la propia patria era exclusivo: su atribución a los unos implica su negación a los otros. La extranjería, la condición de mitima, cumplía la función de privar a determinados individuos, los españoles, del derecho de propiedad en los Andes. Esta función del derecho operaba en base a criterios de exclusión, pero a la vez definía a un grupo de personas incluidas. En este segundo grupo no era una mera adición de individuos, sino que el cronista buscó una identidad mítica para todos ellos en la figura de Huari Huiracocha, antepasado común de todos los indios. Huari Huiracocha fue un de los pasajeros del Arca de Noé, pero no desembarcó en el Monte Ararat sino en otro lugar del mundque en cada uno de los cuatro reinos del mundo desembarcó una pareja primordial, dando origen a una población local diferente: españoles, indios, moros y negros. La llegada a los Andes de Huari Huiracocha fue el punto de partida de la historia que desarrolla Guaman Poma. Fue el antepasado común y sustento de los derechos comunes e iguales de los hombres andinos.
La Nueva corónica asumió las tradiciones cristianas, especialmente la devoción de la pobreza y la renovación espiritual. El cronista adoptó una actitud maniquea para dividir a los hombres en buenos y malos cristianos. Más aún, el cronista reclamó la mejor disposición hacia la fe de los indios, por eso los buenos cristianos eran los indios y los malos cristianos los españoles. En la Nueva corónica la adhesión de las poblaciones andinas de Nueva Castilla a la fe católica fue reiteradamente afirmada. Guaman Poma buscó cimentar la buena tendencia cristiana de los hombres andinos, asegurando que los cultos prehispánicos, sin ser cristianos stricto sensu, al menos tenían el conocimiento de un Dios único y creador del universo. Esta afirmación no tenía ningún fundamento en las prácticas originarias andinas, que tuvieron carácter politeísta,  pero era necesaria para reclamar algún equivalente para los indios de la condición de cristianos viejos y de sangre limpia. Guaman Poma negó que los cultos prehispánicos contuvieran alguna perversión moral originada en esta innegable culpa en materia religiosa. Incluso llegó a los límites de la ortodoxia al proponer la existencia de una moral espontáneamente cristiana en los Andes, al tiempo que denunciaba la falsa fe de los españoles, reducida a los signos exteriores de la adhesión al cristianismo, pero sin ninguna emoción sinceramente cristiana.
Guaman Poma escribió su Nueva corónica llena de contradicciones y ambigüedades. Reclamó un gobierno autónomo para los Andes al mismo tiempo que aceptaba soberanía del rey de España. Unas veces se mostraba como un mendigo, otras como un príncipe. Condenó la Conquista pero aceptó sus consecuencias. Aunque la redacción de la Nueva corónica no fue gratuita, no existe un consenso sobre su sentido. La obra aparece tanto como una carta al Rey, una historia del Perú prehispánico, una apología del cristianismo, un relato autobiográfico, una defensa de los indios, una descripción geográfica y etnográfica, etc. Todas estas contradicciones y ambigüedades no negaron el objetivo que el buscó con su crónica: recordar e imaginar, explicar e instruir.

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